La ventana
Luis Carlos Peris
En el adiós a Nacho Ansó
Su retraso en el estado físico por una pretemporada casi en blanco era el argumento que justificaba el rendimiento de Antony. Nada que hiciera recordar al futbolista milagro de la temporada anterior. Avanzaba el curso y de aquel prestidigitador tan hábil para convertir en oro cuanto tocaba apenas algún detalle. Por supuesto que su primera aparición, tan fugaz, fue en el golazo que le endosó a los ingleses del Forest y que convirtió en gloria un simple empate casero. Por lo demás, jugadas de más agrupamiento que desborde, pero quien tiene el duro puede cambiarlo en el momento más inesperado.
Y el momento llegó cuando más se necesitaba y lo consiguió sobre la última campana de un partido en el que apenas había aparecido. Era una versión repetida de un enorme futbolista que seguía escondido en su caparazón técnico de cortita y al pie, pero se hizo la luz mediante un toque con su zurda mágica que metía al Betis en el partido tras un decepcionante 2-0 local.
Pero la luz se convertiría en resplandor cuando en el último minuto del alargue y tras haberse comido un penalti de libro a Lo Celso esa sospechosa sociedad que forman árbitro y VAR. Increíble que dicho atropello no mereciese una revisión al menos, pero así se escribe el fútbol de nuestros días. Decía que el resplandor llegó gracias a otro toque mágico de zurda y ya pudo considerarse que Antony, ese prodigio que desechó el United, había vuelto. Sólo quien tiene el duro puede cambiarlo, ergo...
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