La ventana
Luis Carlos Peris
Afloraron la cara y la cruz del hombre
Vienen nubes y, aunque insignificantes, lluvias para justificar en parte la medida. Viene al caso de que con una temperatura ideal para el efecto invernadero, chocaba toparse en plena Campana con una estufa donde un ciudadano asaba castañas sin el menor tirón taquillero. Y más adelante, otro en el mismo plan, justo en el cruce de Rioja con Tetuán, dale que te pego ante la estupefacción de un personal en camisa de verano y paraguas por si volvía a llover. A la fuerza deben ahorcar, pero chocante medida es la de fiar la venta de castañas a lo que dice el calendario y no al mercurio de los termómetros, a lo que debiera ser y no a lo que es, que vaya cómo se alargó el verano y cómo se deja querer un otoño de verdad, de esos que merecen la pena, que descargan lluvias talla XL y no éstas por muchas castañas que asen.
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