Análisis

Gumersindo Ruiz

Las causas de la pobreza en ciudades y regiones

La Encuesta de Condiciones de Vida del INE, explorada por algunos para encontrar el detalle más sórdido y negativo de ciudades y comunidades autónomas, ha sido irrelevante en las elecciones recientes, donde se ha considerado de todo menos problemas cotidianos, y nada las realidades de los desfavorecidos, que no suelen votar. La Encuesta al estar homologada en la Unión Europa no es oportunista, y mide el riesgo de pobreza o exclusión social, la carencia material y social severa, y las dificultades para llegar a final de mes; para ello considera los ingresos, la precariedad en el empleo, y define carencias materiales.

En España el riesgo de pobreza y exclusión social que pasa de 27,8% a 26% en un año, nos da, como primera idea, que sin duda se ha gestionado bien la pandemia y la guerra en comparación con la crisis financiera e inmobiliaria, pues en 2013 cinco años después de su inicio, el dato de pobreza era aún el 30,2%. Las carencias materiales se reflejan en no salir de vacaciones, falta de proteínas en las comidas, pasar calor o frío en la vivienda, no poder comprar un coche, hacer frente a gastos imprevistos, y retraso en pagar alquileres, hipotecas, o recibos. Otras variables son la dificultad de sustituir ropa y calzado estropeado, permitirse un pequeño capricho, tomar algo fuera, o no tener conexión a Internet. Este dato pasa de 8,7% en 2021 a 7,7% en 2022, mientras que las dificultades para llegar a final de mes permanecen. Es significativa la mejora del porcentaje de familias con problemas por empleo precario, que cae del 11,6% al 8,6%, y también de la renta, aunque esta es un indicador de pobreza relativa y se mide respecto a la mediana del 60% de la población. Hay cuatro datos importantes para identificar la pobreza: el nivel educativo, los hogares individuales con hijos, que doblan en pobreza a los que no los tienen, el paro y empleo precario, y la población inmigrante.

En todos los indicadores de pobreza y exclusión, entre las tres comunidades más desfavorecidas, se encuentra siempre Andalucía; y es paradójico que siendo la primera en recibir turismo es también, de todas, donde menos familias pueden permitirse salir de vacaciones una semana, una vez al año. De nuevo, baja renta y mal distribuida, elevado desempleo y mal empleo, están en la raíz de los males sociales. Estos datos deberían servir en todas las comunidades, pero sobre todo en las pobres, para no exagerar éxitos que son anecdóticos si no se reflejan en las variables económicas fundamentales de síntesis: la renta, su distribución, y el empleo. Habría que reconocer que décadas de progreso y tecnología ha dejado en algunos lugares una huella de exclusión más profunda que en otros, y que las instituciones, la empresa, las actitudes personales, padecen un daño que no se cura con falso optimismo. En estos claroscuros de la vida y su representación, encuentro un poema de Joan Brossa: El cor de la llàgrima (Poemes Escollits, Edicions 62), del que traduzco unos versos que dicen: “Orden y desorden hay bajo la luz/ y humo que nunca sabe de qué es sombra./ En el aire que empieza todo es luz/ pero si avanzas crearás una sombra./ Me he encontrado con tristezas que dan luz/ y alegrías que proyectan sombras”.

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