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Análisis

Sergio Romero

Diputado andaluz de Ciudadanos

Esos cuerdos bajitos

Una niña juega en casa durante el periodo de confinamiento por la pandemia del coronavirus.

Una niña juega en casa durante el periodo de confinamiento por la pandemia del coronavirus. / Efe

Un día de 1981, cuando yo también era uno de ellos, el gran Joan Manuel Serrat escribió Esos locos bajitos, una de sus tantas composiciones que han sido capaces de tocarnos la fibra. Con un original título y una inolvidable canción, el autor nos describía a los hijos, aunque camuflaba tras ella un bello, descarado y pedagógico canto dirigido a sus padres.

Envuelta de una pausada melodía, desde ese día su letra sería para siempre la voz justificada de esos locos protagonistas, aunque lo destacable de esta canción es cómo el autor, audazmente, la desdobla además en una voz que despierta conciencias. 

Y oyendo sus algo más de cuatro minutos, hoy uno se percata de que, en los 39 años que han transcurrido desde que sonara por primera vez, millones de españoles hemos pasado de ser el sujeto activo de la canción, los hijos, a convertirnos en el objeto activo de Serrat cuando la compuso. Los padres. 

Con la misma dosis de ternura que de realidad, el mediterráneo cantautor radiografiaba a incontables familias que entre las cuatro paredes de su hogar tenían uno de los más grandes y bonitos desafíos que este mundo les puede regalar: educar y “poner grandes” a los hijos.

El precio (que, dicho sea de paso, no pusieron ellos) es vivir años agotadores con unos bajitos que, del mismo modo que no pocas veces nos ponen el corazón y los nervios en un puño, no pocas veces también nos hacen sentir un amor tan grande que ni un millón de puños y letras del mismísimo Bécquer podrían explicar.

Si eres padre o eres madre, ahora que no es posible excusarse en el frenético ritmo de vida al que nos conduce nuestra sociedad, te pido algo: escucha la canción del compositor barcelonés. Con más motivos que nunca, en la fortaleza que es hoy tu hogar, sé consciente de a quién tienes a tu lado. Porque ni siquiera tienes a un loco bajito manifestándote sus legítimos “derechos” en forma de llanto o impertinencia por ser un niño, tienes junto a ti a un bajito muy cuerdo soportando sobre sus hombros una extraordinaria responsabilidad: un obediente confinamiento.

Millones de niños en todo el mundo, entendiendo de una forma sorprendente su papel, están dando una lección de cordura en estos tiempos en los que un parque, un terreno de juego, una heladería o un aula de plástica (su hábitat natural junto a sus amiguitos) se limitan a un salón. Tu salón. 

Rindámosles un gran homenaje, hagámosle una gran fiesta con primos y amigos cuando todo esto acabe porque, parafraseando a Darwin, ni aun siendo los más fuertes ni los más inteligentes, son los que mejor se han adaptado al cambio y las circunstancias a que nos ha obligado esta maldita pandemia.

Tenemos mucho que aprender de estos ejemplares bajitos. Tengamos la misma paciencia con ellos que la que ellos están teniendo con el mundo de los adultos. Y lo más importante, pongámonos para siempre en el pequeño gran lugar que ocupan en nuestras vidas. Serrat no lo enseñó con una de canción.

Hoy miércoles van ya 25 días….

                                                                A mis pequeños bajitos Enzo, Ignacio y Sergio.

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