Análisis

Francisco Galadí

La fiebre de la batalla

Aquella frase del diario perdido de Wallace se escribe ahora así: 'Dicen que nunca se rinde'

En los años 80, ver fútbol de otros países por televisión era una quimera. Hoy, el fútbol, al igual que el mundo en general, se ha globalizado y los amantes del deporte rey sabemos casi lo mismo de la Premier League o del Calcio que de la propia Liga española. Y en aquellos años, en concreto en 1986, arribó al Sevilla Fútbol Club un entrenador que en Escocia era una leyenda. Se trataba de Jock Wallace. BigJock, como se le conocía en el país británico, llegó a Sevilla sin conocer nada, ni de la ciudad, ni del equipo y mucho menos del idioma. Tan sólo estuvo una temporada entrenando al Sevilla Fútbol Club y el resultado de su gestión, la verdad, fue muy mediocre. Yo, que tampoco sabía absolutamente nada de Jock Wallace, sentí una extraña sensación cuando lo vi por primera vez ante los medios de comunicación. Su rostro expresaba una profunda tristeza y su lenguaje no verbal proyectaba desgana, abatimiento. Más tarde supe que Wallace, nada más aterrizar en Sevilla, perdió o le robaron una maleta en la que había un diario en el que el escocés tenía recogida toda su vida como entrenador. Wallace, absolutamente abatido, ofreció incluso una recompensa a quien le entregara ese manuscrito que, para él, era un tesoro. Pero nunca apareció y aquello fue para Big Jock un negro augurio, como cuando un torero lanza su montera hacia atrás y cae boca arriba. Su aventura sevillana, con esa génesis, no podía salir bien.

A mí, personalmente, aquella anécdota de la pérdida de su diario me sensibilizó muchísimo y entendí el sufrimiento de aquel británico despistado que no sabía ni dónde estaba. Soy muy de tesoros personales y sufrí aquello hasta el punto de que una noche incluso soñé que, en uno de mis habituales paseos por el Jueves, entre un montón de novelas viejas de Corín Tellado, encontraba el diario y se lo entregaba. Créanme si les digo que a día de hoy, más de treinta años después, todavía pienso en aquel diario cuando paseo los jueves por la calle de la Feria, camino de Casa Vizcaíno, y rebusco entre los libros amontonados, esparcidos sobre sábanas sucias, desplegadas sobre el suelo, sábanas en las que se mezclan los libros con muñecas tuertas, despeinadas, cadáveres de lo que fueron hitos de la telefonía móvil, revistas en las que Nadiuska o Susana Estrada ocupan sus portadas y vinilos de Luis Aguilé o Manolo Escobar. Todavía, hoy en día, siento que puedo encontrar el diario de Wallace.

Jock Wallace fue portero del Berwick escocés y tuvo que abandonar temporalmente los tres palos para cumplir con el ejército británico. Lo destinaron a la Malasia colonial, con los King's Own Scottish Borderers. Y cuentan que aquella experiencia fue definitiva de cara a su futuro como entrenador, definiendo la dureza que mostraba en los entrenamientos.

Jock Wallace, en el Ramón Sánchez-Pizjuán, en la temporada 1986-87. Jock Wallace, en el Ramón Sánchez-Pizjuán, en la temporada 1986-87.

Jock Wallace, en el Ramón Sánchez-Pizjuán, en la temporada 1986-87.

Su leyenda en Escocia como entrenador comenzó cuando, entrenando al modesto Berwick, de la segunda división, eliminó al todo poderoso Glasgow Rangers, hecho que nunca había sucedido antes. Aquella hazaña sirvió para que su nombre fuera anotado por el campeón escocés, que acabó contratándolo para el banquillo de Ibrox Park. Cuando Wallace llegó al Rangers, su eterno rival, el Celtic, llevaba nueve temporadas consecutivas ganando la liga, lo que suponía una humillación sin parangón. Y entonces Big Jock, cuando se vio cara a cara en el vestuario por primera vez con sus nuevos jugadores, les dijo: "¡Vamos a ganar la liga, y lo vamos a hacer porque…", entonces se volvió hacia una pizarra que había en el vestuario y escribió su mítica frase: "We have got the battle fever on!". Ganaron la liga, y aquella frase quedó para la historia de los Rangers. ¡Tenemos la fiebre de la batalla!

Esa frase, tantas veces escrita en aquel diario, se quedó en Sevilla, perdida entre sus páginas para siempre. ¿Y saben qué?, me gusta fantasear y pensar que alguien un día encontró el diario y al abrirlo, el espíritu de aquella frase se liberó y voló libre hasta Nervión, impregnando cada rincón de nuestro estadio, inspirando esa catarsis que convirtió al Sevilla Fútbol Club en un equipo ganador. Quiero pensar que aquella frase, "Tenemos la fiebre de la batalla", es el alter ego de nuestro lema: "Dicen que nunca se rinde".

Cuando Jock Wallace llegó al Sevilla Fútbol Club, en aquel lejano 1986, pensar en jugarnos un título contra el Bayern de Munich era una quimera. Pero hoy, no sólo nos lo vamos a jugar, sino que lo vamos a ganar, porque ¡tenemos la fiebre de la batalla!

Jock Wallace, en el Ramón Sánchez-Pizjuán

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