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¿A ti te gustan los preámbulos, bruja de mis desvelos?

-No puedo creerme que me tires los tejos, suavón, coladito como estás por esa Reina Bruja tan explosiva en la peli que viste un domingo por la noche, más solo que la una.

-Pues pensaba en ti, no lo dudes, porque se acercaban los días de Feria que me procuran el encuentro con tu magia más sabia que negra.

-O sea, que a eso te referías con los preámbulos, no a las tonterías de los jueguecitos sexuales para entrar en materia carnal.

-No te despendoles, que vas a cortarme y llevo tiempo queriéndote decir que eres mi musa bruja, aunque tú prefieras las tenebrosas sombras del Infierno a las luces poéticas del Parnaso, y no cambies a Satanás por Apolo en las devociones lujuriosas.

-Ahora te estás desmadrando tú, escribiente, que nos tienes por sumisas al Demonio y rendidas ante su virilidad promiscua, cuando cada vez se inhibe más y piensa que conspiramos contra él en aquelarres clandestinos.

-Pues pongamos las cosas en su sitio, musa bruja, porque quería saber si te gustaban los preámbulos tanto como a muchos feriantes que se juntan en la noche del pescaíto cual si celebraran el comienzo del fin.

-Es que tú lo has dicho, a lo mejor sin darte cuenta porque tienes las entendederas en reposo. Una razón genuina de los preámbulos, sobre todo por estos lares donde la vida se da un cuidado homenaje de fiestas, es la de hacer de pórtico no al comienzo de los días mayores sino al fin de las expectativas, antes de que la ilusión se desvanezca con lo que pudo haber sido y no fue.

-Ésta es mi bruja y no la de los escobazos del tren, aunque qué sería de una calle del infierno sin una presencia brujesca, por más que rebajada de hechizos y casi transterrada tras hacerle ascos a Satanás y reclamar en los estatutos del Infierno unas primarias que, con poco apaño, dieran el poder al Diablo Cojuelo con los crecidos avales de las gentes del mal vivir.

-No me metas en banderías ni me tengas por sectaria, que esas endemoniadas asociaciones no necesitan de Satanás para constituirse dado que se encienden con la yesca del interés llegada la oportunidad de medrar.

-Era un guiño, que no sabes cuánto me gustan o quizás sí y por eso pones tan caro dármelos.

-Te conozco bien y sé que me engatusas cuando das forma a lo que vas componiendo con esta ayuda que te presto, tenlo claro, sin interés.

-Por eso me embelesas, aunque no lo creas, y te diré que ya fue en el pescaíto donde tan alegre estaba por tu pronta presencia como compungido por tu desaparición mágica.

-Déjate de añoranzas, todavía quedan días y acaso puedas saber qué preámbulos me hacen ver las estrellas sin escoba.

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