José Ignacio Del Rey Tirado

Popularis religio

07 de diciembre 2024 - 03:07

Llegó el congreso que, por desgracia, más parece el prólogo de un acontecimiento magno, que un hito al que atender con calma. Probablemente en estos días acaparen más titulares y páginas los preparativos de la “traca” que las palabras que los ponentes viertan en sus participaciones. Normal pero inconveniente. Este acontecimiento debería ser un aldabonazo ya que la cuestión de la religiosidad popular ha sufrido una gran mutación en los últimos tiempos. En primer lugar, se necesita aclarar la terminología. No es lo mismo “Religiosidad” que “Piedad”. La primera se refiere a la práctica y esmero en cumplir las obligaciones religiosas, y la segunda algo mucho más concreto y reducido a la devoción por las cosas santas. Religiosidad popular es un concepto de las ciencias sociales (especialmente de la antropología y de la sociología de la religión) y la Piedad se refiere a variadas prácticas y expresiones católicas. En segundo lugar, la institución eclesial ha aumentado la regulación de las prácticas religiosas incardinadas en la religiosidad popular, lo que da lugar a un curioso fenómeno: tanto la piedad como la religiosidad tienen la cualidad de que cuanto más se regulan, más se desnaturalizan. Por ejemplo, la declaración de las hermandades de penitencia como instituciones públicas de la Iglesia, y por tanto dependientes en todo de la curia, determina que han perdido algo de su natural cualidad de agentes canalizadores de la religiosidad popular. Los criterios pastorales se imponen a las prácticas espontáneas de religiosidad popular, lo que hace que cambien, que ya no sean las mismas. No digo que sean mejores o peores (habría que estudiarlo), son distintas y, desde luego, no tan espontáneas. En tercer lugar, hay quien entiende (erróneamente) que la religiosidad popular es solamente sacar procesiones, cuando no es así, es algo mucho más serio y profundo. Es la raíz de la fe de un pueblo. Una fe que no se hace cultura, no es una fe arraigada. Por eso se echa de menos debates en profundidad sobre la terminología, sobre lo que implican estos conceptos y como deben actuar los agentes religiosos que están en contacto con estas realidades (iglesia institucional, hermandades, asociaciones de todo tipo). Nos son solo procesiones, hay romerías, peregrinaciones y expresiones religiosas de todo tipo que deben estudiarse y valorarse. La universidad puede ser un buen lugar para profundizar en estas cuestiones y empezar a crear un cuerpo doctrinal sobre este fenómeno que en nuestra tierra es santo y seña de la forma en que vivimos la fe.

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