La ventana
Luis Carlos Peris
Poniendo el parche sin salir el grano
La plaza de Cristo de Burgos, situada enfrente de la parroquia de San Pedro, es una de las escasas plazas románticas que se pueden encontrar en Sevilla.
Ha tenido una larga historia. Aquí estuvo la primitiva fábrica de tabacos, anterior al espectacular edificio barroco que acoge actualmente a la Universidad. Posteriormente, sería utilizada como cuartel hasta su derribo, en 1840. Tras la demolición del cuartel, fue urbanizada por el arquitecto municipal Balbino Marrón en 1861, que rectificó alineaciones y unificó las fachadas. Incluso, labró una nueva delante de la iglesia del convento de Descalzos, conservando detrás la fachada de la iglesia y la torre.
En su apertura se llamó paseo de los Descalzos en recuerdo del convento del mismo nombre, cuyos restos existen todavía al final de la fachada de levante de la plaza. En 1858, con motivo del nacimiento del que luego sería Alfonso XII, recibió el de Príncipe Don Alfonso. Con la primera República pasaría a llamarse Argüelles como homenaje al político del mismo nombre, que jugó un importante papel en el Trienio Constitucional. Por último, en 1951 recibió el nombre actual en honor de la imagen del Cristo de Burgos que recibe culto en la iglesia de San Pedro.
Posteriormente, y durante los años ochenta del siglo pasado, se remodeló y renovó su pavimento y muretes perimetrales, aunque antes se habían suprimido las pérgolas que daban sombra a los espacios interiores. Por último, se colocó una estatua del guitarrista flamenco Niño Ricardo, maestro de Paco de Lucía, que vivió en las proximidades, en una bocacalle de Alhóndiga del mismo nombre.
La plaza está orientada en dirección norte- sur. En su lado norte hay una glorieta y una zona de juego de niños. Su lado sur presenta un palacio barroco con dos grandes buhardillas y un espectacular mirador, hoy acristalado,
El gran salón rectangular de la plaza constituye la verdadera zona de estancia y paseo. Se encuentra ligeramente elevado sobre la acera que hoy lo rodea perimetralmente, rasgo este propio de toda una serie de grandes plazas sevillanas surgidas como consecuencia de las reformas urbanas del siglo XIX. Existen tres zonas, en forma de pequeñas glorietas cuadradas, como ensanchamientos del paseo: una en cada extremo y otra en el centro. Pequeñas rampas las separan del acerado perimetral y se adornan con bancos de fundición y solerías de barro, en las que la cerámica y la cerrajería ayudan a delimitar parterres ajardinados.
El arbolado de la plaza es espectacular. En sus frentes norte y sur hay cuatro ejemplares grandes de árboles de las lianas (Ficus macrophylla) con vistosas raíces aéreas, traídos del Parque de María Luisa y plantados hacia 1925 que marcan las esquinas de la plaza. Estos árboles, el año que viene, serán centenarios. Los árboles están colonizados por cotorras, una especie invasora traída a Sevilla durante la Expo 92, que han expulsado a los pájaros autóctonos y que, en ocasiones, montan un griterío ensordecedor.
El perímetro de la plaza es un aparcamiento de coches y motos sin ninguna regulación horaria o de cualquier otro tipo. Se pueden ver los mismos vehículos durante meses, ya que los propietarios, si no mueven los coches, se ahorran pagar una plaza de aparcamiento. Incluso hay una furgoneta, pintarrajeada, que sirve de despensa a un bar de la zona y que siempre está ahí presente, como un mueble.
Al fondo de la plaza se encuentran tres contenedores de basura para cristal, plásticos y papel. Con los residuos de los bares están casi siempre llenos, lo que obliga a los vecinos a colocar la basura en su entorno, lleno de suciedad. Alguno de los buzones está roto, lo que permite ver el fondo de los contenedores y oler su basura.
La glorieta sur de la plaza se encuentra colonizada por una tribu de indigentes que la usan como vivienda. Se han podido ver maletas, bolsas, carros de compra y otros útiles domésticos. Es una forma de vida precaria, sin condiciones higiénicas, que debería tener solución por los servicios sociales municipales.
La plaza se ha caracterizado siempre por la falta de atención y vigilancia por parte del Ayuntamiento, Policía local y servicios sociales. Los indigentes y gorrillas han acampado a su gusto, ahuyentando a los vecinos que se ven reducidos al pequeño juego de niños situado en el norte de la plaza.
Apenas tomó posesión Jose Luis Sanz como alcalde, el 11 de junio de 2023, se colocaron unos soportes metálicos para apuntalar algunas ramas de los grandes ficus. Los perfiles son muy agresivos y peligrosos para las personas con limitación visual y la plaza se cerró en sus glorietas norte y sur, en espera de una remodelación que nunca llega. Han pasado 16 meses y no se observa actividad municipal alguna para reabrir la plaza. ¿Tiene el Ayuntamiento un plan para la plaza del Cristo de Burgos? ¿Existe algún calendario de obras? ¿Se va a mejorar la vigilancia y el aparcamiento de la plaza? Los vecinos en particular y los sevillanos, en general, merecemos una respuesta.
Es indignante que una de las pocas plazas románticas que quedan en Sevilla se vea en este estado. Ya es hora de pedir cuentas a nuestro Ayuntamiento.
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