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Una joven, con un móvil en la mano.

Una joven, con un móvil en la mano. / Juan Carlos Muñoz (Sevilla)

Abunda la gente que quiere ser la primera en comunicar algo, decirlo antes que cualquiera. O es que uno tiene la mala suerte de tropezar con ella a menudo y entonces tiene la percepción de que es mucha, de que ya no es gente sino un gentío. Cuán equivocado estuve en su día al creer que eso de la primicia era un asunto que sólo incumbía a mi gremio. En absoluto, es un vicio que se expande mucho más allá de las redacciones. Yo diría que ahora, ya, incluso con más ímpetu, brío y arrojo que en muchas de ellas.

No es que estas personas quieran ser las primeras en algo excepcional. Se diría que al contrario. Hasta en lo más vulgar (en esto sí imitan a algunos medios, que en vez de competir entre ellos lo hacen con estos bocas, dando así a luz a un pandemonio de chismes). Por ejemplo, se pirran por ser las primeras en dar noticia de la muerte. O en su defecto, cualquier mala nueva: la ruina económica de algún conocido, el desastre conyugal de una pareja amiga y por supuesto una enfermedad, a ser posible de las incurables. Es gente que se te acerca y en tu cara -a muy pocos centímetros antes de que se impusiera la "distancia de seguridad"-, con la suya como una máscara fúnebre y el tono sombrío, te dicen que Fulano ha palmado o que Mengano tiene los días contados. Puede darse la circunstancia de que tú no conozcas a ninguno de los dos desafortunados, pero esto le da igual a quien te da el día haciendo como que se disculpa con un "ah, pensabas que tú lo conocías" -ahora sí, con todo lujo de detalles, sobre todo los de su defunción- y marchándose por donde ha venido a la busca de otro receptor para sus noticias sobre desgracias. Suelen tener querencia, en lo periodístico, por el obituario, la necrológica, la esquela. Es como si un catéter -el de otro, claro- les rejuveneciera, como si un catafalco -el de otro, claro- les acelerara el pulso.

Eso cuando la vida era normal. Digamos más o menos dichosa, o simplemente tranquila, que ya es bastante. Pero con este turbión del coronavirus se han vuelto del revés. Es decir, se trata de portadores de noticias que quieren revertir la situación con su información. En aquellos días calmos se dedicaban a recordarte -como si uno no lo supiera- que la vida es, literalmente, una mierda, o que lo es para muchos, y que eso del valle de lágrimas es una broma comparado con la cruda realidad. Pues bien, ahora, en estos días aciagos, esos mismos, o muchos de ellos, con ese ansia de ser los primeros en comunicar lo que sea, están volcados en transmitir noticias a ser posible con una buena carga de dinamita porque su intención no es otra que provocar una explosión de júbilo en el personal cariacontecido, apesadumbrado, tristón, cansado, aburrido y sin embargo expectante ante cualquier grata novedad.

Se saben con público. Y andan como locos por adjudicarse la primicia de que esto, por fin, ha acabado. Y me temo que lo van a soltar a voleo. Como el virus.

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