
Fernando Faces
Acuerdo China-EEUU: segundo acto
Decimoquinto en la tabla y seis puntos arriba del rival de esta tarde, un Alavés que anda a machetazos por la supervivencia. Junto a esos detalles, hoy en el banquillo de la derecha del Sánchez-Pizjuán un viejo conocido que ha vuelto en labores de bombero. Reaparición en esta plaza de Joaquín Caparrós, convertido en gurú del sevillismo sobre todo por sus protestaciones de fe sevillista y el poso que deja su pasado.
Tarde de Domingo de Resurrección tras aquel Viernes de Dolores que se llevó por delante al bienintencionado Xavier García Pimienta. Cuatro derrotas consecutivas fue la gota que colmó un vaso repleto de decepciones, de ahí que el asaeteado consejo directivo decidiera optar por la figura de Caparrós. Al utrerano le avalan sus precedentes y han salido a relucir todos sus exitosos debuts como entrenador del Sevilla y también los números que atesora frente al Alavés.
La presencia de Joaquín puede que atempere los crispados ánimos de la clientela sevillista. Eso, al menos, es lo que parece desprenderse de la decisión tomada y eso es lo que debería hacerse presente en este Domingo de Resurrección tan complicado. Como noticia agradable, la serie de bajas que padece el Alavés en su sistema defensivo y como motivo de preocupación llega la aceptable racha del equipo babazorro y que le llevó a escapar algo de la zona que quema.
Y en esa labor de apagafuegos que le ha encomendado su club del alma y con el impulso de su pregonada sangre roja, su amado Sevilla tiene la obligada necesidad de empezar a ganar. El tramo postrero y decisivo de esta Liga entra en escena y el Sevilla no puede permitir más sorpassos, que los de Valencia y Espanyol han sido bastantes y ganarle a los vitorianos es obligatorio. Vuelve Joaquín Caparrós con la batuta y parece que fue ayer, pero pasó mucha agua bajo los puentes.
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