Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Vive Calila
En Andalucía hay 78 pueblos en riesgo de despoblación según el último estudio de la Junta. No sufrimos una amenaza seria como en Castilla y León, una región con una extensa lista de municipios en los que se pega una voz y suena el eco. Los 78 pueblos andaluces en riesgo de despoblación deben ser una maravilla para pasar unos días en serenidad. El mayor número se concentra en la provincia de Granada (30), seguida de las de Almería (22), Málaga (8), Córdoba (7), Huelva (5) y Jaén (5) y Sevilla que tan sólo tiene una localidad (Almadén de la Plata). Es curioso que conozcamos justo ahora estos datos, cuando las playas se vuelven directamente insoportables, lugares donde hay horas que son un verdadero suplicio, que se convierten en una escuela de convivencia y en una prueba continua de tolerancia. Las playas en verano fueron quizás el primer ejemplo adelantado de la era de los excesos, solo comparable a la eclosión del fenómeno de las bodas. No quedan municipios costeros tranquilos en verano ni celebraciones de enlaces en ese ambiente que antes se conocía como la intimidad. Los grandes valores caídos en la sociedad del hiperconsumo son la intimidad, la mesura, la discreción, el silencio...
Sabemos que la despoblación es un fenómeno cargado de efectos negativos, pero también unas ventajas que suponen un gozo. Las apacibles calles del centro de un pueblo un lunes por la mañana, el bar de guardia donde siempre hay sitio en la barra, el restaurante donde no hace falta reserva, los bancos de la parroquia con derecho a ventilador, el casino, las rutas para el senderismo, algún río, las plazas de aparcamiento, la hora de la siesta en una quietud pasmosa, la casa rural, la alberca, el sonido nocturno de algunos animales, los vecinos de tertulia en la calle en butacas sacadas de casa, el saludo de cortesía entre viandantes... Es llamativo que ningún influencer no haya puesto de moda muchos de los pueblos de Andalucía que son monasterios sin frailes. Allí donde somos menos hay mayor probabilidad de una verdadera calidad de vida porque hay más paz, menos riesgo de conflicto. Viajar por carretera a lo largo y ancho de Castilla y León es una delicia por la sencilla razón de que vive menos gente. Nos hemos acostumbrado a la saturación, la buscamos hasta en vacaciones, tendemos a concentrarnos para todo, a vivir en la melé. Hay municipos donde se puede disfrutar de un silencio reconstituyente a determinadas horas del día. Cigüeñas y golondrinas, tejados y campanarios, castillo y parroquia, taberna y ultramarinos. Los pueblos pierden habitantes porque son demasiado tranquilos. Yesa paz es hoy uno de los grandes lujos.
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