Francisco correal

Alien, alienígenas, alienados

La política española está llena de cuerpos extraños que fagocitan a quienes los alimentaron

El lunes en Cine Clásico pusieron Alien: el octavo pasajero. La película de Ridley Scott se estrenó en mayo de 1979. Un mes después de las primeras elecciones municipales de la democracia, cuando Tierno Galván llegó a la Alcaldía de Madrid y Julio Anguita a la de Córdoba. Los actores llevaban mascarilla, hacían cuarentena y luchaban contra el contagio. El personaje al que interpreta Sigourney Weaver es el único superviviente del accidentado viaje en la nave Nostromo. La misma actriz a la que Ridley Scott volvió a dirigir en su película 1492: la conquista del paraíso. Interpretó a Isabel la Católica, una reina muy afortunada en el cine: Amparo Rivelles en Alba de América, de Juan de Orduña; Faye Dunaway, en la película que rodó en Granada Alberto Lattuada; y Fiorella Faltoyano, la musa de la Transición según Garci, que la encarnó en Cristóbal Colón de oficio descubridor, de Mariano Ozores.

Alien. La política española está llena de cuerpos extraños que fagocitan a quienes los alimentaron. Dos de ellos han compartido notoriedad en los informativos el mismo día. Dos tipos que han puesto patas arriba la arboladura del sistema político. Están en las antípodas ideológicas, pero su papel en deteriorar el entorno, en minar la moral de la tropa, en torpedear los remiendos, es tan parejo que podrían pasar como una pareja del espectáculo. Me refiero a Luis Bárcenas y a Carles Puigdemont. Uno salió de la cárcel para declarar en el juzgado. Otro cruzó la frontera y se atrincheró en un chalé de exiliado de rigodón para no entrar en prisión. Bárcenas es un alien que surgió en los entresijos del Partido Popular, que lo amamantó hasta el punto de que no sólo fue el tesorero sino que ocupó escaño de senador. Puigdemont es un alien del independentismo canonizado por el beaterío de la izquierda antisistema que corroe las entrañas del sistema, desde el BOE a las maquetas del Consejo de Ministros. No creo que Bárcenas y Puigdemont se intercambien mensajes, pero sí se cruzan influencias espurias. Sin la falta de escrúpulos del Partido Popular en la corrupción, que tiene en Bárcenas a su particular Savonarola, no habría crecido como la espuma esa caterva de inventores de la pólvora y de la propaganda que se conoce como Unidas Podemos. Sin la deslealtad permanente de Puigdemont, que huyó de Cataluña por la gatera pero llenó su tierra de émulos, epígonos y caricatos que hacen copistería de su inmersión en el absurdo, no se explicaría el crecimiento que ha tenido Vox en las últimas elecciones. Los alien despiertan a los alienígenas y amodorran a los alienados, por usar un adjetivo tan caro a los teóricos del marxismo.

Sobre ellos, sé fuerte, Carles, sobre este tándem de la tragicomedia, esperpento sin Valle en el siglo de Berlanga, se ejercita con indiferencia el baile de máscaras (y mascarillas) de las medias verdades, el buenismo ramplón, el sectarismo y un Gobierno que pasa por los disparates sin despeinarse, como esos acróbatas de Arenas de San Pedro que caminan sin quemarse por entre las llamas en la noche de San Juan.

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