Charo Ramos

América, América

Azul Klein

El jardín americanista en Alfonso XII puede ser el revulsivo botánico de la ciudad en estas horas bajas

02 de septiembre 2020 - 02:31

La canción de Nino Bravo viene a mí justo cuando paso delante de la biblioteca americanista de la calle Alfonso XII y un escueto cartel informa a los usuarios y viandantes de que permanece cerrada por las medidas derivadas de la alerta sanitaria. "América, América. Todo un inmenso jardín. Eso es América. Cuando Dios hizo el Edén, pensó en América". La canción que escribió el equipo de autores formado por José Luis Armenteros y Pablo Herreros se convirtió en una de las más populares de Nino Bravo y fue número uno tras su muerte por accidente de tráfico en 1973. Un himno que traspasó fronteras y cuya calidez todavía nos sorprende. Esa melodía me invita a reflexionar sobre lo necesario que es sacar adelante el proyecto de jardín iberoamericano que el CSIC prometió abrir en la confluencia de las calles Santa Vicenta María con Alfonso XII, un espacio para la investigación de las especies del continente americano y un vergel en un barrio de Sevilla escaso en zonas verdes. El entorno que lleva a la Plaza del Museo es, por desgracia, un catálogo de proyectos que nunca cristalizan, de promesas cuyos expedientes cogen verdina año tras año. Las calles Alfonso XII, Monsalves y San Eloy comparten estos días una inquietante concentración de carteles de "Se traspasa" y esa sensación de abandono se refuerza gracias a los fantasmagóricos edificios cerrados, deteriorados, desmantelados, de la Biblioteca Pública, el palacio de Monsalves y la comisaría de la Gavidia, emblemas de la desidia política para atender los proyectos que deberían revitalizar la ciudad y convertirse en estrategias de dinamización de la misma, además de insuflar orgullo a una población que últimamente se siente en la trastienda económica de Europa. Como otros creen en los animales domésticos, confío en el poder de las plantas para contagiar optimismo, ilusión, esperanza, y encuentro que su cuidado nos remite a sociedades prósperas y cultas. Este prometido jardín de la flamante institución americanista de Alfonso XII podría ser el revulsivo para apostar también por el Jardín Americano de la Isla de la Cartuja, tan hermoso en origen, y crear uno de los mejores proyectos botánicos del sur de Europa conectándolo peatonalmente con el Parque Magallanes. Es lamentable que hasta ahora no se haya abierto al público el paseo fluvial bajo el Pabellón de la Navegación y quizá, como las botellonas están prohibidas por el Covid-19 y no pueden esgrimirse como excusa, haya llegado el momento de hacer accesible el río, democratizar el paseo del Alamillo a la orilla trianera, y cuidar las plantas que lo exornan como un hermoso vínculo con el pasado espléndido de la Sevilla de Indias ahora que necesitamos que la ciudad sea mucho más que un reclamo turístico: un motor de esperanza para sus propios vecinos.

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