La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Las tatas del poder
EL don periodístico de Manuel Chaves Nogales le permitía analizar y narrar lo lejano con una sorprendente capacidad de penetración y análisis. Así desde la Rusia soviética a la emergencia del nacionalsocialismo o la caída de Francia. Ese mismo don le permitía contemplar lo próximo con sorprendente distancia, diseccionando con nitidez los procesos e interpretando los hechos con una lucidez que da a sus textos sobre la Guerra Civil esa perspectiva objetiva que sólo otorga el tiempo y es patrimonio de los historiadores. Sumado al periodístico, su don humano le daba una poco frecuente capacidad de comprensión de lo diferente y de aprecio de valores que no compartía, permitiéndole ver sin prejuicios, con una rara forma de amor objetivo. Este es el caso de sus textos sobre Sevilla.
De sus dones periodísticos nacieron sus grandes artículos y reportajes, sus extraordinarios libros A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España o La agonía de Francia. De su capacidad para penetrar y apreciar lo que le era ajeno nacieron Juan Belmonte, matador de toros, cumbre de la literatura taurina escrita por quien no era un aficionado, y sus crónicas y reportajes sevillanos posteriores a La ciudad.
Me sucede con La ciudad algo parecido a lo que siento cuando veo L'Atalante de Vigo o Jules et Jim de Truffaut: siempre que la leo tengo 18 años. Tiene y contagia este libro la fuerza y la inocencia de un primer amor, los maravillosos defectos del entusiasmo juvenil, el temblor del descubrimiento. Chaves Nogales tenía 23 años cuando lo escribió, porque aunque el volumen se publicó en 1921, su primer capítulo apareció un año antes en el libro antológico Quien no vio Sevilla… en el que junto a él figuraban Laffón, Bacarisas, Montoto, los Quintero, Mattoni, Rico Cejudo, Hazañas o Guichot. Yo también era joven cuando leí por primera vez La ciudad, en la primera reedición que hizo la Universidad de Sevilla en 1977. Quizás por eso vuelvo a serlo y me emociono cada vez que empiezo a leer: "Si supiéramos de alguna ciudad que tuviese esta sabia armonía…".
Un año después Chaves Nogales dejaba Sevilla en busca de más amplios horizontes profesionales y vitales. Pero nunca perdió contacto con ella. Ni dejó de quererla con su amor objetivo. Consideraba La ciudad un pecado de juventud y años más tarde se distanció de los excesos del idealismo sevillano que él había casi fundado siguiendo los pasos pioneros de José María Izquierdo: "Lo peor de Sevilla es el sevillanismo. Al volver sobre el tema de la ciudad (…) lo que más me desagrada en ella es su exaltación, sobre todo la exaltación literaria. Literariamente Sevilla está demasiado hecha... Dejémosla estar… Cuanta menos literatura, mejor".
Ese sevillanismo no incluía lo que los Laffón, Sierra o Romero Murube iban escribiendo sobre Sevilla. Al igual que esa exigencia de desnudez literaria no le impidió escribir sobre Sevilla en la cumbre de su carrera: seis artículos sobre la Semana Santa publicados en marzo y abril de 1935 y cinco dedicados al Rocío en junio de 1936. Gracias a sus cualidades periodísticas y a ese amor objetivo que le permitía valorar y apreciar lo valioso y digno de aprecio aunque le resultara ajeno, este hombre nada capillita escribió algunas de las mejores páginas sobre la Semana Santa, no sólo describiéndola con su precisa prosa desnuda de florituras, sino penetrándola hasta sus entrañas.
En aquel difícil 1935 escribió: "Este año Sevilla volverá a ofrecer el maravilloso espectáculo del Jueves Santo. Ni el cardenal arzobispo puede decretar esta manifestación de piedad, ni el Ayuntamiento puede permitirse el lujo de costearla como festejo municipal. Es una conmemoración arraigada en la entraña misma del pueblo y que sólo de la savia popular se nutre". Nadie ha escrito una evocación más emocionante de la capilla y la devoción al Gran Poder, una más sevillana defensa del luto que la Macarena guardó por Joselito o un elogio más emocionante de los capillitas que este el sevillano distante de las hermandades, el periodista cosmopolita que dio alas en su juventud al idealismo sevillano y el no aficionado que escribió el mejor libro de toros. No hay misterio ni contradicción en ello, sólo talento y amor objetivo.
Por eso al presentarse ante Sevilla en los Reales Alcázares en febrero de 1999 Diario de Sevilla quiso tener como padrinos a las hijas de Chaves Nogales; y con su primer número obsequió un ejemplar facsímil de La ciudad. Era la mejor forma de decir lo que queríamos ser.
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