LA Semana Santa no cae tan baja en el calendario desde 1913, cuando el Domingo de Ramos también se celebró un 16 de marzo. Si tuviéramos a Juan Carrero entre nosotros, nos contaría de carrerrilla las cofradías que salieron aquel año, si llovió o si hizo sol, si se registraron incidentes y si hubo alguna polémica con la jerarquía eclesiástica de entonces. Ahora no tenemos a Carrero. Como tampoco tenemos a Enrique, el jovencísimo sacristán del Salvador que este año más que nunca hubiera vuelto a quemar ramas de olivo y jaramagos en el Patio de los Naranjos para obtener la ceniza de cada Miércoles de arranque de la cuaresma. Enrique se fue prematuramente casi al mismo tiempo que se produjo el cerrojazo del templo. Basta ligar fechas y celebraciones litúrgicas para que afloren recuerdos imborrables.
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