Avanti con la guaracha

Alguien que hablaba a sus músicos de rock como un capataz de barrio merece un lugar en la memoria

14 de junio 2022 - 01:46

La única vez que hablé con él fue en la calle Niebla. "Niño, ¿sabes dónde está el bar Santiago?". Me extrañó que él, dipsómano legendario y vecino histórico de Los Remedios, no supiese dónde se encontraba el garito decano del barrio, aunque quien conozca bien la rive droit de Sevilla sabe que se compone de distintos cantones que no siempre están relacionados entre sí. Silvio Fernández Melgarejo era sobre todo del bar ABC -regentado por chinos nacionalistas de Formosa y con una hija superdotada y paracaidista que se llamaba Rosa-, que se encontraba en Sargentos Provisionales.

El otro día vi en Netflix el documental sobre Silvio de Francisco Bech, A la diestra del cielo, y recordé ese breve encuentro con una figura que cada día que pasa adquiere una mayor dimensión en la memoria de mi generación, aquella alegre muchachada que disfrutó quizás del mejor momento de España, el eje González-Aznar, con el dinero europeo saliéndonos por las orejas, el odio de la guerra superado (aún no se había dado el gran paso atrás) y los puritanos metidos en sus madrigueras. Difícil no recordar a uno de los que formó parte de la banda sonora de aquellos años locos, un tipo con traje y corbata, cuarto de estudiante y copa perenne en las manos. Alguien que daba vivas a España y Roma en los escenarios, que educó su ritmo de baterista viendo procesiones y hablaba a sus músicos de rock como un capataz de barrio merece, cuando menos, un lugar en la memoria. Por lo menos de la mía.

En el documental de Francisco Bech se rescatan unas imágenes de archivo monumentales, como la del mismísimo Luzbel vistiendo un elegante loden (prenda hoy desdeñada por los cursis metidos a estetas de catálogo) el día que rotularon en Los Remedios la calle Rockero Silvio; o cuando un reportero de Radio Nacional, con esa capacidad que tenemos a veces los periodistas de hacer preguntas absurdas, entrevista a Silvio, que por entonces ya era puro cuore: "¿Qué le recomiendas a los jóvenes rockeros?". Así, sin anestesia, como si el interrogado fuese un misionero mormón o un activista de la agenda 2030. La respuesta fue contundente: "Le recomiendo que avanti con la guaracha". No está mal ese ideal de vida que mezcla el italiano macarrónico y las maracas; un lema para tatuárselo en el antebrazo si uno fuese legionario viejo, chorizo o las dos cosas. La Junta lo podría poner en las puertas de los colegios, como el "Todo por la patria" de los cuarteles o el "Nadie entre que no sepa geometría" de la Academia de Platón. Avanti siempre con la guaracha, sea lo que sea que signifique eso.

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