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Tomás García Rodríguez

Ave del paraíso

Su nomenclatura científica deriva del propio apellido Streliz y de su condición regia

16 de mayo 2020 - 02:31

En el entorno urbano de ciudades europeas sin inviernos rigurosos, es posible observar unas plantas herbáceas de origen sudafricano que reciben el nombre de ave del paraíso; despliegan unas espléndidas flores de variado colorido semejantes a los exuberantes y hermosos plumajes nupciales del pájaro homónimo, oriundo de Nueva Guinea o Australia. Sus maravillosas inflorescencias emergen encrestadas de una estructura basal azul oscuro o púrpura que recuerda la cabeza del ave. Estos exóticos vegetales de alma volante e impronta mágica son considerados símbolos de felicidad y libertad en sus regiones ancestrales, quedando reflejados en monedas sudafricanas y en el atávico escudo de Zululandia.

La especie menor del género -Strelitzia reginae- no alcanza más de metro y medio, pero desprende un halo apasionado de arte y simbolismo en sus bellas flores anaranjadas y azules, que cautivan a sus amantes irredentos, constituyendo por sí misma una muestra del arte refinado de la Naturaleza; dos especies gigantes de flores blancas con tintes celestes -S. augusta y S. nicolai- adquieren un porte arborescente de varios metros de altura, recordando a las plataneras, aunque se distinguen al abrir sus hojas en abanico y no en espiral. Algunas de ellas adornan enclaves históricos de Sevilla con sus evocadoras floraciones en días templados de primavera y otoño, como sucede en la plaza de la Encarnación, Jardines de las Delicias, Parque de María Luisa, Jardines del Alcázar o el Pabellón Marroquí.

Quizá Bécquer no la conoció, pero la puede presentir en cualquier otra flor:"Tu aliento es el aliento de las flores;/ tu voz es de los cisnes la armonía;/ es tu mirada el esplendor del día,/ y el color de la rosa es tu color./ Tú prestas nueva vida y esperanza/ a un corazón para el amor ya muerto;/ tú creces de mi vida en el desierto/ como crece en un páramo la flor".

El cultivo de la razón y las revoluciones industriales y culturales son propias del siglo XVIII europeo, pero también comprende la edad de oro de la botánica, cuando se importan infinidad de nuevas plantas con intereses alimentarios, naturalistas, medicinales, ornamentales... A finales de la centuria, Carlota Sofía de Meckenburgo-Streliz, reina consorte del monarca inglés Jorge III, sería espectadora activa de la plantación del ave del paraíso en los magníficos jardines londinenses de Kew; su nomenclatura científica deriva del propio apellido Streliz y de su condición regia. El noble vergel, incluido el palacete de investigación y esparcimiento de Carlota, se convertiría con el tiempo en Real Jardín Botánico, albergando la mayor colección de plantas vivas del mundo y siendo considerado Patrimonio de la Humanidad.

Virginia Woolf narra en su excelso relato Jardines de Kew:"-¿Dónde se toma el té?-...volteándose de un lado al otro, deseando ir para allí y para allá, recordando las orquídeas y las aves del paraíso entre las flores salvajes, una pagoda china y un pájaro de copete color carmesí; pero siguió caminando".

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