Belleza en los cementerios

¿Qué otra cosa es un enterramiento que un monumento a la memoria de los nuestros?

El culto a los muertos y la pregunta sobre la eternidad son temas que tenemos en nuestro pensamiento y que hemos querido resolver, buscando en la memoria, la posteridad. Hemos imaginado mil formas de hacerlo; por ejemplo, una sencilla visita con flores de adorno y respeto como hacemos nosotros, o pasar la noche al lado de la tumba de nuestro ser querido con las comidas y dulces que prefería, con luces y adornos de todo tipo, como lo celebran en el mexicano Guanajuato, una de las manifestaciones más rotundas de explosión y amor a la vida y respeto a los muertos que he disfrutado. Gracias siempre a los amigos que nos invitaron a compartirlo con ellos. Y ese culto a los muertos desde antiguo se manifiesta por marcar la tumba. Bien sea con una sencilla señal o con espontáneas acumulaciones de flores, velas y mensajes como vemos en los lugares de accidentes u homicidios, como en los recientes ocurridos en Francia. Para que esos sencillos homenajes no se perdieran construimos túmulos funerarios y grandes pirámides, edificaciones para la eternidad, que hasta ahora lo han conseguido. Y siempre buscando la belleza como una de las maneras de unir el mundo de los muertos con el mundo de los vivos. Pues ¿qué otra cosa es un enterramiento que un pequeño o gran monumento a la memoria de los nuestros?

Los cementerios son en gran medida un panteón colectivo de la historia de la ciudad en la que se sitúan. Tumbas y panteones cuidados y otros en el abandono, por el olvido o desaparición de los familiares, son la crónica de lo que somos y lo que fuimos. Tenemos muchos ejemplos y muy conocidos de visita obligada en todo el mundo, como el de Highgate en Londres, compendio de la ciudad que dominó el mundo; Père-Lachaise en París, gran tertulia póstuma de todas las artes; el cementerio de Pisa, en el que en un sencillo sendero nos lleva desdel bautismo al enterramiento, y la pequeña isla, casi metafísica, del cementerio de San Michele en Venecia. Por no olvidar el de San Fernando, en el que la bella Dogaresa de José Villegas guarda el recorrido a nuestros seres queridos. Y finalmente el bellísimo en su sencillez en Casabermeja (Málaga), ejemplo de construcción popular andaluza. La arquitectura sigue dando nuevos y profundos ejemplos desde el siglo XX, como el Cementerio del Bosque, cerca de Estocolmo, diseñado por Gunnard Asplund, en el que aprendemos que el silencio y el paisaje, junto con un leve gesto constructivo, lo dice todo. El cementerio de Módena, gran manifiesto y legado de la arquitectura de Aldo Rossi. Y en España, el cementerio de Fisterra concebido por el gran arquitecto César Portela es un buen ejemplo. Una última morada que, desde la intimidad y la sencillez formal en el paisaje, nos indica el camino a la inmortalidad con los nichos mirando a la inmensidad del océano. Una obra de amor a Galicia, que sus paisanos vivos no han apreciado aún. Confío en que suceda. Y tanto aquí como allá, flores y dulces para nuestros muertos.

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