El Betis se tira al callejón, nada nuevo

Como en Elche, Valladolid y tantas veces en su historia, el Betis se cayó en lo más llano. Ante un rival que sólo le superaba en ilusión e intensidad, lo que no es poco, el equipo de Pellegrini tiró por la borda un partido que ganaba. Aunque inmerecidamente, el Betis iba por delante ya antes de romper a sudar para perder terreno paulatinamente mediante no ganar ni un solo lance dividido y al final un empate, que menos da una piedra.

Va el Betis a una cita crucial para sus objetivos y apela Pellegrini a un equipo que, aparentemente, se antoja poco sólido para las características del partido en general y de Ipurúa en particular. Exime del cáliz a Canales y compone una línea intermedia de jugones con Lainez, Fekir y Tello, pero enseguida varía el guión mediante un tiro lejanísimo de Guardado que se traga Dmitrovic. Sólo van tres minutos y parece que aquello va a pesar como una losa en el amenazado Éibar.

Es un panorama idóneo para abusar de algo que tanto se le criticó antaño, esconder la pelota en zonas frías. Pero no es así y a pelotazo limpio pretende el rival imponerse y lo que aparece es un partido sin nada que reseñar, ni el Éibar ha acusado el gol ni el Betis impone su indudable superioridad técnica, por lo que cuando se llega al intermedio las espadas siguen en alto, la pelota en el tejado y un tiempo de incertidumbre es lo que se siente de cara al futuro más inmediato.

Y el pesimismo se queda corto, pues el Betis se acula, no va a la presión, deja que el Éibar se adueñe del balón y menos mal que quien está enfrente es el mayor prototipo de maltrato a la pelota que si no... Es un Betis anodino, contemplativo, constreñido en su campo y que está a merced de que en cualquier balón al área se esfume un botín que a esa hora es de platino. Y lo que se temía llega cuando ya apenas queda tiempo para nada. Una vez más, el Betis se ha tirado al callejón.