Del Nido no sale de su trinchera en un mensaje algo contradictorio en la mayor. Doce meses después, más o menos, comparecía en el mismo escenario, aunque sin tener a su vera a Monchi ni a Míchel, que entonces sí lo acompañaron, para entonar un mea culpa sincero y sentido. Y no tengo ninguna duda de que el presidente sevillista no falta a la verdad, a su verdad más interna incluso, cuando califica la temporada como un fracaso sin paliativos, pero esas verdades se le vuelven en contra cuando no las acompaña de ningún tipo de penitencia de puertas para dentro. Que sí, que es un fracaso total, pero nada cambia en lo referente a la dirección deportiva, es decir, que los encargados de dictaminar y ejecutar la planificación de la plantilla seguirán siendo más o menos los mismos.

No es cuestión de solicitar una catarsis, siquiera de pedir que dejen sin empleo a nadie, aunque los propios encartados sí lo hagan a veces con técnicos con una soldada mensual en torno a los 1.200 euros y que un día muy lejano en el tiempo se prendaron de un pequeñito llamado Jesús Navas en Los Palacios; la clave sería ver un espíritu de cambio real y no sólo en esos actos de contrición anuales. Anécdota o no, ése, el de prescindir de uno de los primeros técnicos que informó de Jesús Navas, fue casi el único cambio el curso pasado en la amplia nómina de la dirección deportiva. Tal vez el principal pecado del despedido fuera estar en conflicto permanente con Víctor Orta a la hora de valorar a un futbolista bueno, o malo.

Claro que será complicado algún cambio cuando, en tiempos en los que Del Nido llama a olvidar el Sevilla de los títulos, el presidente siempre acude a esos mismos títulos para defender la gestión de Monchi pese a que la decadencia de la plantilla es tan evidente como corroboran los resultados. Eso es tan demagógico como pedir que siguieran Kanoute y Palop por esos títulos. Prohibido fallar esta vez. Y con Babá, Hervás, Stevanovic..., ¿estaba permitido?