¡Cuán gritan esos malditos en el Centro de Sevilla!

Estamos un paso de completar la lista de los diez mejores carteles de vecinos que exigen vivir con tranquilidad

Un cartel exige silencio en una calle del centro
Un cartel exige silencio en una calle del centro / M. G.

22 de enero 2023 - 05:00

Sevilla/Los carteles de los vecinos del centro de Sevilla dan ya para una guía, un top ten o un libro de dos mil ejemplares de tirada, que dicen que es la cifra aceptable en una capital como la nuestra. Acostumbrados estamos a la clasificación de las diez mejores ensaladillas, las diez mejores freidurías para tomar el pescao frito, los diez consejos para no meter la pata en la Feria, los diez bares donde hacen cola los guiris, etcétera. Estamos a un paso de completar los diez mejores carteles de vecinos de la ciudad que exigen silencio, poder conciliar el sueño, no estar condenados al sufrimiento de ruidos perpetuos todas las noches, pues el incordio no se centra ya en los fines de semana. Hay gente para todo como hay turistas para todo. Vecinos del Centro quedan cada vez menos, como las de peineta y mantoncillo. Antes se especulaba con quién vivía en las calles comerciales de la ciudad, en esos pisos misteriosos, de visillos echados, que hay en lo alto de los comercios, donde intuíamos gente mayor o habitaciones convertidas en depósitos de mercancías de los negocios de la planta baja. ¿Vive alguien en la calle Tetuán? Poca gente pero sí, entre sus vecinos hay hasta un eminente científico. ¿Y en Sierpes? ¿Y en la Plaza del Salvador? Ahora hay que dar por sentado que duermen, pernoctan, se hospedan muchísimos turistas en todos esos pisos. No lo duden.

La gente que está de paso suele generar ruido. Y eso ocurre en el centro de muchas ciudades. La pesadilla de los años noventa, por ejemplo, eran los bares de copas de apertura hasta altas horas, un lastre que se sigue sufriendo en calles como Pérez Galdos o Alonso El Sabio. Pero ahora son sencillamente los turistas, o mejor dicho ese perfil de visitante bullanguero que aprovecha el vuelo barato y la estancia económica en un pisito rehabilitado con una cocina de Ikea que pocos usan, salvo para buscar dónde está el abridor de los botellines. Y se producen los encontronazos con los poquitos sevillanos que resisten en el casco antiguo. Ahora conocemos otro cartel, esta vez en la calle Perla, que se suma a la ya celebérrima advertencia colocada también en una casa del Centro donde hasta se ruega que no hagan fotos.

Tuve la suerte de tener un profesor de Geografía, Neftali Santos, que en el Bachillerato nos enseñó a disfrutar de la excursiones al Centro sin molestar a los viandantes. Recuerdo que nos explicaba que la gente tiene sus itinerarios y sus costumbres, por lo que, por ejemplo, si hacíamos grupos en una calle para atender una explicación debíamos dejar un carril de paso. Tan sencillo como no molestar, o tan inhabitual ya como anticiparse para no provocar la más mínima molestia. Quizás una de las normas más claras de educación al viajar es que no se note que hemos llegado a una ciudad. Así la podemos disfrutar tal como es. El buen viajero es como el buen árbitro de fútbol. No irrumpe, se integra. Pero, ay, eso es ya pedir demasiado. "¡Alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual!". Aquí irrumpen con las voces, por supuesto con la vestimenta y, cómo no, con sus hábitos. El alcalde no sabe cuánta razón tiene con ese lema que tanto le gusta. La muy desconocida Sevilla. Y cada día lo será más.

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