La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Destrozada no solo por 
la lluvia

De Dios, y nuestra relación con Él, va la Pasión según Sevilla. No de las mamarrachadas que se han visto

En la medianoche del Viernes de Dolores se descorrió la cortina, apareció el Señor y puso las cosas en su sitio: la Semana Santa va de Dios y de nadie ni de nada más. Del Dios de quienes tienen fe y de los que no la tienen, pero la anhelan como algo hermoso que se les perdió por los caminos de la vida. Del Dios que cada cual siente a su manera –como una presencia, como una nostalgia, como una ausencia– y con el que se relaciona con una emoción a la que es impertinente ponerle nombre. Del Dios en el que sus padres creyeron y a los que recuerda cada vez que ve en la calle la sagrada imagen que de niño vio en sus brazos. Del Dios despreciado, maltratado y ejecutado por los poderes políticos y religiosos con el que se identificaban e identifican quienes sufrían y sufren su opresión cuando veían y ven al Gran Poder que, según Núñez Herrera, “lleva sobre sí el dolor antiguo de los proletarios”.

No salió la Esperanza Macarena, que, como el Gran Poder, pone las cosas en su sitio dando medida a la desmesura, contención a la alegría, esa auténtica y espontánea elegancia popular que Juan Sierra –“En vino blanco, en romero,/ en la cal de una fachada/ yo te pienso cuando quiero” –y Romero Murube– “Te besan, Esperanza, todos los aires del barrio… Cielo, campo, maceta, frescura de pozo, nana. Todo, Virgen, te lo trae el viento loco, fino, de tu barrio... Y esta es tu alegría” –describieron como nadie con sus atrevidas metáforas que la ligan a lo más hermosamente sencillo del mundo popular del que nació y la hizo.

Gran Poder y Esperanza Macarena: ¡qué hermoso lazo morado y verde une las dos devociones mayores de la ciudad! Dicho sea –y lo escribe quién por devoción y familia es tan de ellos como de la Amargura, Jesús Nazareno o el Calvario– sin negar la grandeza de otras imágenes. Sucede con esto lo mismo que con los mandamientos según el Señor: en dos se fundan toda la ley y los profetas. En Sevilla, devociones personales aparte, estas dos imágenes son las que con mayor autoridad dada por el pueblo ponen las cosas en su sitio. ¡Y mira que esta Semana Santa nuestra, en la que lo peor no ha sido la lluvia, necesita que se dé a cada cosa su sitio y a Dios el suyo, que es el primero! Porque no de otra cosa, sino de nuestra relación con Él, va la Pasión según Sevilla. No de las vergonzosas e irrespetuosas mamarrachadas que se han visto, pese a que tan pocas cofradías hayan salido.

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