La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Se buscan mordazas para los obispos
El plan de regadíos de Doñana que defiende el Gobierno andaluz es con toda seguridad la primera gran cáscara de plátano que pisa el presidente de la Junta de Andalucía. Los apoyos electorales que pueda conseguir en los municipios de Huelva no compensan en ningún caso la erosión que sufre un Ejecutivo que ha enarbolado el estandarte de la revolución verde y otros similares. Alguien no ha calculado bien el coste de la apuesta (para muchos gallarda) de proteger los intereses de los agricultores porque Doñana es una marca que admite pocos matices y casi ningún debate serio. Para colmo la propuesta estalla como una bomba racimo a mes y medio de las elecciones. Tenemos la convicción de que nunca hubiera sido un buen momento, pero la proximidad de los comicios es un hecho objetivo. Nadie debe perder de vista que Europa tiene en Doñana una marca de fuerte prestigio, vinculada a valores de sostenibilidad medioambiental, cuando se trata de comercializar productos de agricultores de élite.
Da casi angustia comprobar cómo el portavoz del Ejecutivo y consejero del ramo, el bueno del almeriense Ramoncín, se afana en explicar que no se plantea la captación de agua del celebérrimo acuífero 27, sino que se trataría de aguas superficiales. Unas aguas que, por cierto, tendrían que proceder de trasvases autorizados por el Gobierno de España, que tendría siempre la última y decisiva palabra. Pero Ramoncín predica en el desierto de una política de corto alcance, tuits, argumentarios de consumo rápido y zascas. Con Doñana hemos topado, presidente. Y encima en una España que se prepara para un período de sequía. Los socialistas han visto por primera vez en cuatro años el toro del gobierno perfectamente cuadrado y no van a perdonar el rejonazo, aunque sea con el estilo bajuno de tildar a Moreno de “señorito” y a Andalucía de “esquinita”. Mejor ha estado Juan Espadas, siempre con un talante y un estilo no hirientes, que la vicepresidenta Ribera, que recurrió al manual de urgencia de los topicazos. Haría bien el Gobierno andaluz en salirse del jardín en el que se ha metido. Alguna forma habrá de hacerlo. Las ferias comenzarán a tronar en ciudades y pueblos, algún día tendrá que llover y ya echará algún cable la actualidad. Acudir a Bruselas a explicar el proyecto suena muy bien, muy del diálogo y esas virtudes manoseadas, pero auguramos que será peor desde el punto de vista que más temen los políticos: el de la difusión de un mensaje claro y positivo para sus intereses.
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