¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Estación de Córdoba, un rincón del 98

Plaza de Armas ha estado diez años andamiada y no nos hemos dado ni cuenta

Hubo un tiempo en que los entornos de las estaciones ferroviarias eran lugares frecuentados por gentes de malvivir, espacios normalmente mugrientos donde se acumulaban las pensiones de mala fama, los bares de chaperos, los carteristas, los chivatos y los camellos. Incluso las guías de viajes solían recomendar permanecer lo mínimo posible en estos palenques del vicio que, sin embargo, no estaban exentos de cierto encanto. El trasiego de viajeros, los vendedores ambulantes, las cafeterías nocturnas o las casas de comidas daban a zonas como la Plaza de Armas un ambiente populoso y aventurero, con catetos y mochileros, moros y soldados, taxistas y mendigos. La catedral que aglutinaba en Sevillla a tan variopinta tribu de peregrinos era la Estación de Córdoba, gran templo del pastiche muladí que diseñó un portugués con nombre de portugués: José Santos Silva.

La Estación de Córdoba era un rincón del 98 en Sevilla. No sólo porque su construcción, entre 1899 y 1901, coincidió prácticamente con el desastre colonial y la forja de aquella generación de escritores andariegos, sino porque aún en los años ochenta del pasado siglo conservaba una pátina de la España vieja y viajera, con sus muros aún impregnados del polvo de los caminos y del hollín de los ferrocarriles que construyó la España liberal. En sus andenes, siempre animados, se mezclaban los que iban a la elegante capital del Reino y los excursionistas a la Sierra Norte. Mucho se ha escrito sobre la importancia de la Sierra del Guadarrama en los inicios del excursionismo español, pero no tanto (lógicamente) de lo decisivo que fueron los montes de Constantina, Cazalla o El Pedroso en la "educación medioambiental" (como se diría hoy) de varias generaciones de sevillanos. En aquellas correrías que, mochila al hombro, comenzaban siempre con un café en ese gran bazar oriental que era Plaza de Armas, muchos aprendieron a valorar y amar una naturaleza que ya empezaba a lanzar sus primeros SOS.

Tras diez años con la fachada de la Estación de Córdoba andamiada y oculta por una lona, como informaba el miércoles Juan Parejo, la Plaza de Armas vuelve a recuperar estos días su aspecto habitual. Ya no hay trenes ni jóvenes con chirucas; los tiempos cambian y tampoco nos vamos a quejar por lo inevitable, como si fuésemos un vicepresidente del Gobierno. Sí denunciar que la noticia es un ejemplo más de cómo el menor problema se puede llegar a enquistar en Sevilla. La puerta que conecta la ciudad con la Ruta de la Plata ha permanecido toda una década con andamios y no nos hemos dado ni cuenta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios