GOZOSAS, con ese gozo que lleva aparejada la indudable expectación creada ante el Betis-Barça de este domingo por la noche. Llega el mejor equipo conocido y recibe un anfitrión que se encuentra infinitamente mejor de lo que se esperaba. De lo que se esperaba o de lo que se temía, que da igual que da lo mismo. Con su tremenda carga de puntos y mirando por el retrovisor a todo el fútbol español, absolutamente a todo, llega ese Barça de la mano de un Tito Vilanova al que ya nadie osa cuestionar para la colisión con un equipo que recondujo la andadura después de cierto contratiempo ya olvidado, por cierto.

La víspera de este acontecimiento está signada por la inusitada expectación que siempre acarrea el Barça y que en esta ocasión se ve multiplicada por el buen rollo que trasmina este Betis que tan estupendamente sacó Mel del atolladero. Los seis puntos sumados ante Realísimo y Dépor en Riazor han llevado al Betis a una situación anímica inmejorable. El equipo está ya al mismo nivel que el club, ese Real Betis Balompié Sociedad Anónima Deportiva que sacó la cabeza mediante la buena y honesta gestión de sus dirigentes. La imagen que da el club y la que ofrece el equipo parece haberse sincronizado y sólo cabe desear que sea indefinidamente.

Y así, de esa manera, nos estalla en la cara la víspera gozosa de un acontecimiento que el bético se dispone a presenciar masivamente y con la tranquilidad de lo muchísimo a ganar y de lo poco que se perdería. El colchón es extraordinariamente mullido, la cuarta plaza que hoy ostenta es como un chaparrón de esperanza y todo se dilucidará ante el mejor equipo que han visto estos ojitos que ha de comerse la tierra. Es un espectáculo que demanda vestimenta de lujo y si, al final, se confirma que Messi llega a la cita, esa cita adquiere un plus de atracción desmesurado. Además, que el Betis sabe perfectamente a qué sabe derrotar a su fantástico invitado de mañana.