Feliz centenario en calle Luchana

El bello, sevillanísimo y monumental edificio de Espiau de la esquina de Luchana con Cuesta del Rosario cumple un siglo

15 de diciembre 2022 - 01:46

Antes de que acabara el año quería felicitar al bello edificio regionalista que conforma la esquina de la Cuesta del Rosario con Luchana: en este 2022 que se nos va ha cumplido un siglo. Es una de las joyas regionalistas afortunadamente salvadas que convierten la Cuesta del Rosario en un espléndido catálogo de este estilo. Mucho se ha perdido, sustituido por pisos yeyé de los años 60 en cuyos balcones podría asomarse la familia Telerín -Cleo, Teté, Maripí, Pelusín, Colitas y Cuquín- al completo; o, aún peor, sustituidas por la peor arquitectura groseramente neo sevillana de los años 70. Pero también -santo Tomás Apóstol, patrón de los arquitectos, sea loado- es mucho lo conservado para ser esta la ciudad que es y sus autoridades lo que son: obras extraordinarias construidas entre 1921 y 1930 por Aníbal González, Juan Talavera, Vicente Traver, Juan José López Sáez y José Espiau, autor de la magnífica casa construida para Juan Ruiz Durán entre 1921 y 1922 cuyo centenario hoy celebro.

Mucho se conserva de la obra gigantesca de Espiau que en 31 años -trabajó de 1907 a 1938- fue uno de los más prolíficos y potentes reinventores de la fisonomía de Sevilla (solo en esos dos años 1921-1922 trabajó en 43 proyectos), aunque también mucho se ha perdido, entre otras la Casa Calví en la Avenida -qué impresionante catálogo al aire libre y vivo del regionalismo perdimos allí con los derribos sobre cuyos solares se edificó tan vulgar y especulativa arquitectura-, la casa y almacenes también para Calví de la calle Santander (derribada en 2015 -el patrimonio de Sevilla no solo se destruyó en los 60 y 70- para levantar un mamarracho de autor) o el cine Llorens, hoy fantasma cerrado de incierto futuro pese a estar catalogado y ser recuperable para su uso cultural que, al igual que el teatro Cervantes, debería estar patrocinado por las instituciones.

Se inauguraba esta casa el mismo año en que Turina componía Jardín de Oriente, Ojeda bordaba el palio del Dulce Nombre y Olmo ultimaba el de la Concepción, Chaves Nogales, recién publicada La ciudad, partía a Madrid, Bacarisas viajaba a Estocolmo para pintar los decorados de Carmen y Sevilla luchaba por modernizarse sin dejar de ser ella. En qué consiste este ser es algo tan difícil de definirse como fácil de sentirse contemplando esta sevillanísima obra de Espiau que conjuga monumentalidad y cotidianidad.

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