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La lluvia en Sevilla

Ser o no ser (de Feria)

Si la Feria es 'extimidad', la No-feria también comienza a serlo

La archifamosa polarización sevillana -en el fútbol, las hermandades, entre rancios y modernos…- también concierne a la Feria. Están quienes durante estos días lo dan todo en el Ferial y quienes pasan. Y este, aunque parezca mentira, es un asunto transversal, como se dice ahora. Tengo amigas y vecinos poco sospechosos de panderetismo que pisan el albero con auténtico regocijo, y conocidos a los que bien les pega lucirse con un clavel en la solapa por el Real y ni lo pisan, que el esnobismo también reside en ejercer cierto desclasamiento. (Digo esto porque, quien no es de Sevilla y está en su casa tragándose el programa Corazón, podría pensar que en la Feria sólo luce lo peor de las mejores familias, cuando es primeramente de la sevillanía de a pies; quien quiera comprobarlo que se suba hoy mismo en cualquier Tussam rumbo a Los Remedios). También tenemos un resto flotante formado por aquellos que se debaten ideológicamente entre ser y no ser, entre ir y no ir, y acaban montando una caseta pero a lo hippy. En este grupo no adscribo a los rockeros de clavel, a quienes Silvio les sirvió de síntesis hegeliana, y campan por la Feria sin dramatismos. Por último, estamos quienes alguna vez hemos pasado por allí como quien entra en una realidad virtual en la que no puedes dejar de extrañarte y entregarte a dicha sensación de extrañamiento.

Todas las fórmulas tendrían que contemplarse como opciones libres de cada cual, que va o no va al Ferial porque le da o no le da la gana, punto. Pero no hay manera. Hay quienes necesitan justificar su postura en torno a ser o no ser de Feria, y nos dan una chapa mortal por Facebook y -embozados en alias- en miles de comentarios. No sé si cansan más quienes no pueden parar de retransmitir por Instagram lo bien que les va en la Feria o quienes nos instruyen acerca de por qué no hay que ir. Si la Feria es extimidad, la No-feria también comienza a serlo. Mientras tanto, en las televisiones vocingleras, los focos se iluminan para toda España al paso de un reguero de desahogados, influencers y finolis harto ociosas, y a políticos en precampaña dándolo todo en trepidantes taconeos. Pero mientras, también, ajenas a tanta vanidad, unas chiquillas se guirran montadas en El Sapito Saltarín, y un hombre fríe papas en una cocinilla, y la viuda se anima a ir a comer con las amigas, y una vecina me manda un vídeo en el que baila con su nieta, y me alegro al verlas mientras escucho la lluvia desde el silencio de mi casa. Más allá de lo criticable y mejorable del concepto y ejecución de esta fiesta, ser o no ser de Feria hay quien lo convierte en un asunto muy pesado, y no se conforma con hacer lo que quiere, sino que además se propone demostrárnoslo. Les deseo que disfruten de los días que quedan de Feria. Y de No-feria.

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