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Crónica Personal

El Gobierno entra en pánico

En el PSOE hay muchos motivos para sentir preocupación ante la próxima cita electoral del 28-M pero el caso Tito Berni y la iniciativa de Ferrovial han multiplicado esta sensación

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / Olafur Steinar Rye Gestsson (Efe)

El caso Berni ha desencajado las piezas del tinglado gubernamental, que Pedro Sánchez consideraba bien engrasado porque sobrevivía a unos datos económicos alarmantes y una confrontación dentro del Gobierno que demostraba que el presidente no era capaz de vencer a Pablo Iglesias a pesar de que ni era vicepresidente ni ocupaba ningún cargo político; pero seguía manejando Podemos a través de Montero y Belarra, que no dejaban pasar un solo días sin encender un nuevo fuego en Moncloa.

La prueba de que el Gobierno ha entrado en pánico es que ante un nuevo problema, muy serio problema, la decisión de Ferrovial de trasladar su sede fiscal a los Países Bajos, la reacción de los miembros del Gobierno, incluido su presidente, ha sido disparatada, enloquecida, ineficaz… y poco inteligente.

La iniciativa de Ferrovial, una de las empresas punteras de España, no se puede despachar con el envío desde el gabinete de Moncloa, a través de whatsapp, de un argumentario para que los ministros sepan lo que deben decir cuando son entrevistados por periodistas. La repetición de términos como codicia, festín, dumping fiscal, antipatriotismo o aprovecharse de las ayudas públicas, no es una coincidencia. Lo más sorprendente es que la propia vicepresidenta económica, Nadia Calviño, considerada una profesional competente que tuvo responsabilidades presupuestarias en la Unión Europea, caiga en el error de dar por buenos esos argumentos.

Ella sabe que si los Países Bajos -Holanda hasta hace unos meses- fuera un paraíso fiscal, la UE ya habría actuado en consecuencia. Bruselas no lo consentiría, todos sus miembros deben cumplir con la legalidad. También debería saber la vicepresidenta Calviño que en las últimas semanas han echado el cierre 10.000 empresas en España, que se suman a los muchos miles más que han cerrado en los últimos años. No sólo porque las decisiones del Gobierno no han sido acertadas sino porque la crisis energética y la guerra de Ucrania han tenido un impacto directo en la economía y por tanto en las empresas, tanto grandes como medianas y pequeñas. Es difícil creer que sea cierto lo que declaró en Onda Cero, que importantes empresarios le pedían que hicieran todo lo posible para no perder las elecciones, porque con este Gobierno se sentían seguros. No es eso lo que dicen algunos empresarios contactados estos días para conocer su estado de ánimo ante la decisión de Ferrovial.

Del Pino no se va

La mayoría de los grandes empresarios han denunciado el acoso al que se ven sometidos. Primero con el trato fiscal a la banca, muy enfocado hacia la presidenta del Santander, Ana Botín; después las descalificaciones a grandes empresarios por parte de miembros del Gobierno, como ha ocurrido con Amancio Ortega, Ignacio Galán o Juan Roig, además de nuevas y duras políticas fiscales hacia las grandes fortunas -los ricos, como suele decir el Gobierno- que han provocado que empresas y multinacionales hayan decidido trasladar su domicilio fiscal fuera de España mucho antes de que lo hiciera Ferrovial. Cuyo propietario, Rafael del Pino, no ha trasladado su domicilio fiscal a otro país, lo mantiene en España, lo que significa que seguirá pagando sus impuestos en España. Lo que desmonta el discurso del Gobierno respecto a su supuesta codicia.

Las empresas se crean para ganar dinero, que a pesar de lo que diga el actual Gobierno español no es algo rechazable, sino que por el contrario crea empleo y por tanto permite que sobrevivan las familias que no trabajan para empresas públicas o reciben subvenciones del Estado. Cuando llegan tiempos complicados como el actual, lo habitual es que las empresas busquen la fórmula adecuada para seguir teniendo ingresos. Ferrovial no es la única empresa que ha trasladado su sede fiscal. Como hemos apuntado lo han hecho muchas otras pero, también, las hay que manteniendo su sede en España han trasladado sedes de sus filiales, departamentos o nuevas líneas de negocio fuera de España, también por cuestiones fiscales o de buscar mercados más conveniente. Por ejemplo, sus empresas de seguros, o departamentos de digitalización, investigación o innovación.

La reacción desmesurada del Gobierno ante la iniciativa de Ferrovial ha sido recibida con asombro entre el empresariado, porque hay que respetar las decisiones que toman las empresas para garantizar su supervivencia, pero también porque esa reacción tan desmesurada la consideran propia de países intervencionistas, populistas, muy alejada de la forma de actuar, tanto de empresarios como gobiernos, en los países democráticos. Más aún en el caso de la Unión Europea, cuyo origen fue fundamentalmente económico y muy garantista en cuanto a las fórmulas de actuación empresarial.

Las empresas españolas por otra parte cada vez se abren más al exterior. Las grandes tienen más del 60 o 70% de su actividad, y por tanto su negocio, fuera de España, sobre todo las relacionadas con los grandes proyectos energéticos y las infraestructuras. Pero también empresas de servicios, en muchos casos familiares, cada vez con más frecuencia miran hacia el exterior.

Tito Berni, peor que Ferrovial

Tan desaforada ha sido la reacción del Gobierno ante el traslado fiscal de Ferrovial, tan desproporcionada, que no sorprende que un empresario haya comentado a esta periodista que su primera sensación ante las duras acusaciones hacia Del Pino fue que el Gobierno no es capaz de disimular su angustia ante una posible debacle electoral. Lo indican los sondeos, pero además de los sondeos las consecuencias de la ley del sólo sí es sí, las críticas generalizadas por la desaparición del delito de sedición y la reducción de la malversación, que también tendrá desgraciadas consecuencias, más el caso Tito Berni, les están llevando a una situación electoralmente de muy difícil remontada.

El caso Tito Berni puede ser incluso más dañino que el de Ferrovial. Como se temía desde el principio, lo de menos son las cantidades de dinero presuntamente estafadas a empresarios que acudían a un diputado socialista para que les abriera camino -previo pago de su importe- para conseguir adjudicaciones o acceso a subvenciones y ayudas oficiales. Que aparentemente no se conseguían. Pero lo grave, lo dañino, ha sido la metodología: transformar los despachos del Congreso de los diputados en centros para hacer negocio y, lo peor, acompañar las reuniones supuestamente de negocios con también supuesto consumo de drogas, visitas a prostíbulos y cenas de alto precio, todo ello con grabaciones de conversaciones de una ordinariez subida de tono. La marca PSOE queda más “tocada” por Tito Berni que por algunos casos de corrupción muy conocidos con cifras millonarios y condenas de muchos de prisión. Incluso el nombre Tito Berni se adecúa más a un mundo de chapuza y “torrentismo”, impropio de cualquier persona de bien, por utilizar una terminología que ha usado Sánchez para atacar a Feijóo, cuando es un término que significa personas con principios, con valores. Lo que el presidente debería saber.

El grupo parlamentario socialista está indignado, con razón. Se lanzan nombres sin ton ni son, se utiliza el caso para desprestigiar a quien no cae bien y se aprovecha en tiempos electorales en los que está en juego estar o no estar en un lugar seguro en las listas. Y sobre todo hay indignación entre quienes han acudido a alguna cena con el diputado Fuentes Curbelo sin estar implicados en ninguna trama sospechosa o ilegal. Pero el simple hecho de aparecer a su lado puede provocar el fin de su carrera política.

En el PSOE hay muchos motivos para sentir preocupación ante la próxima cita electoral, la del 28 de mayo. Pero en los últimos días, con el caso Tito Berni y la iniciativa de Ferrovial de trasladar su sede fiscal a los Países Bajos, la preocupación se convertido en pánico.

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