Gratitud a Xavier I de Redonda

A Borges, Savater, Siruela o Pérez Reverte se debe la reivindicación del placer de la ficción llena de aventuras

20 de septiembre 2022 - 01:48

Fue Fernando Savater, allá por 1976, quien inició en España la reivindicación anti pedante de los despreciados autores de aventuras con La infancia recuperada, de la que escribió años después: "Cuando apareció supuso una pequeña revolución liberadora para muchos: en un panorama dominado por la novela experimental, reivindicaba el placer de la ficción llena de aventuras, emociones e imaginación. (…) Por eso, de todos mis libros, sigue siendo éste el que prefiero". Seguía la senda abierta por Borges, que incluyó en su Biblioteca de Babel y su Biblioteca Personal a Machen, London, Stevenson, Kipling, Collins, Wells o Conan Doyle.

La lucha reivindicativa de Borges y Savater tuvo herederos en España: Siruela editó la Biblioteca de Babel y creó la colección El Ojo Sin Párpado en cuyo catálogo figuran Le Fanu, Machen, M. R. James, Blackwood o Stoker; Reino de Redonda del aquí homenajeado Javier Marías ha publicado, junto a los reconocidos Conrad, Faulkner o Auden, a Crompton, Maclaren Ross, Riddell, Machen, Stevenson o Shiel (primer Rey de Redonda); Zenda Aventuras, creada por Pérez Reverte, ha editado El prisionero de Zenda, de Hope, que da título a la colección, El diamante de Moonfleet de Meade Falkner, El misterio del Agua Azul (Beau Geste) de P. C. Wren, La isla de coral de Ballantyne, Las cuatro plumas de A. E. Mason o El enigma de las arenas de R. E. Childers.

Termino este homenaje a Javier Marías, Xavier I de Redonda, monarca de la anti pedantería, con las palabras de Savater en el prólogo de Bruma de Crompton, editada por Reino de Redonda: "Siempre he envidiado a esos compañeros (…) cuya formación intelectual estuvo tutelada (…) por el patronazgo de los escritores más elevados y eximios. Cuando (…) les preguntan por las influencias decisivas en su vocación literaria, esos privilegiados siempre sueltan una retahíla impecable de nombres que es imposible escuchar o pronunciar sin poner los ojos en blanco: Hölderlin, Tolstoy, Hofmannsthal, Musil, Proust, Faulkner… ¡Qué suerte la de quienes pasaron a todo trapo de la incultura pueril a la alta cultura! En cuanto salieron de los balbuceos primarios cayeron sobre Dostoyevski… Por supuesto, yo procuro imitarles… ¿No sería un desprestigio confesar la verdad: que todo se lo debo a London y a Salgari, que amo a Julio Verne (…) y nunca he logrado salir de H. G. Wells y Conan Doyle?". Aplausos.

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