¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Repeticiones y repetidores
Los almorávides trazan de modo definitivo la muralla de Sevilla en la primera mitad del siglo XII, ampliando la erigida por el reino Taifa sobre las ruinas de la cerca romana que derribó Abderramán III, y los almohades la reforzaron con torres, barbacana y foso. Contuvo catorce puertas y tres postigos hasta su parcial destrucción en el siglo XIX. Una de las puertas era la conocida en época islámica como Bib Alfat, traducido por algunos investigadores como Puerta de la Victoria por la entrada triunfal a su través de las tropas musulmanas que vencieron de forma rotunda a las cristianas en la batalla de Alarcos.
La denominación de Puerta del Osario consta por primera vez en el Libro del Repartimiento y otros documentos de mediados del siglo XIII, escritos tras la toma de la ciudad por Fernando III. El origen del apelativo osario se ha prestado a dos interpretaciones distintas a lo largo del tiempo. La teoría más aceptada proviene de la existencia documentada de un cementerio islámico en las afueras de la puerta y por ello se habría adoptado el vocablo latino ossarium, que significa “lugar donde se guardan huesos”, de donde derivaría el término castellano osario. La segunda es propuesta en el siglo XVII por Rodrigo Caro e indica que procede de la palabra latina unciarium–haciendo referencia a la onza o medida de peso equivalente a la duodécima parte de la libra romana–, que se transforma con el tiempo en onçario y después en osario, estando relacionada con la existencia en dicha puerta del “peso de la harina” que controlaba la entrada de dicho producto proveniente de los molinos de los Alcores. Esta hipótesis del gran erudito Rodrigo Caro no tiene muchos seguidores a pesar de estar muy bien fundamentada, pues los difuntos no salían exclusivamente por esa puerta, sino por todas, dependiendo del enclave extramuros donde cada familia poseía su lugar de enterramiento.
La Puerta del Osario se ubicaba en la confluencia entre las actuales calles Puñonrostro, Valle y Muro de los Navarros. Era funcional y sin ornamentación reseñable, situada entre las artísticas y concurridas puertas de Carmona y de Córdoba. Sería reconstruida a mediados del siglo XVI y mostraba solamente un arco de medio punto en una simple estructura almenada a la altura de la muralla adyacente, como muestra el dibujo realizado en 1830 por Richard Ford. También fue reedificada en 1848 en una obra dirigida por los arquitectos Manuel Galiano y Balbino Marrón tras el estado ruinoso provocado por las guerras carlistas, añadiéndose entonces dos torreones que pueden observarse en la litografía de Bartolomé Tovar de 1878, diez años después de la irreversible demolición aprobada por el alcalde Francisco de Paula del Castillo y Urri. Estos inconscientes derribos en aras de una modernidad mal asimilada deberían hacernos recapacitar a día de hoy ante los nuevos desvaríos en los diseños urbanos que soslayan la realidad histórica y olvidan el alma milenaria de la eterna Sevilla.
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