¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
Pedro Sánchez tiene baraka. Como Franco la tuvo con la bala que tan sólo le rozó y sobre la que tanto se ha escrito al abordar aquellas campañas de África. Brindarle un regalo al presidente del Gobierno como el del plan de regadíos que promueve el Ejecutivo andaluz es ofrecerle más metros libres al sanchismo que los que se le reservan a la Legión en el desfile del 12 de octubre en Madrid. Y encima es darle ventaja en ese Sur de España que siempre había sido un fortín del socialismo, la tierra de Felipe y Guerra que ahora es de Moreno (“Llamadme Juanma”). ¡Ostras, Pedrín, que el PP nos hace un regalazo a un mes de las elecciones municipales!, exclaman los socialistas que estaban de capa caída desde que la canija fue desalojada de ese Palacio de San Telmo donde, al menos, dejó un sofá blanco para reducir la negritud a la que Vázquez Consuegra condenó el edificio. La prueba es que el presidente ha tardado muy poco (tan poco como se sube al Falcon) en presentarse en Doñana para erigirse en salvador del parque nacional ante Europa, sabedor de la importancia que la reserva natural tiene en los países centrales del continente. Pedro Sánchez podrá ser una narcisista y un megalómano de catálogo, que sin duda lo es, pero no es ningún ingenuo por mucho que se revista de cordero blanco, blanquísimo, para pedir perdón (ojo que dijo “perdón” y no disculpas) por los efectos “indeseados” de la ley del Sólo sí es sí. Los efectos no es que sean indeseados, señor Sánchez, es que son absolutamente perversos, dicho sea porque conviene llamar a las cosas por su nombre por aquello de no hacerse trampas en el solitario.
Este Pedro las huele como nadie, como intuyó en su día que los militantes socialistas estarían de su lado y no junto a Susana Díaz cuando defendió aquel No es No. La gran virtud de este presidente que gobierna con los peores resultados y con los verdaderamente compañeros más indeseados que ha tenido el PSOE en la historia de la democracia (bilduetarras y separatistas) es saber intuir la pista por la que pueden volar los artistas. Y la ha visto en Doñana como uno de esos linces protegidos que posan para el fotógrafo Antonio Pizarro. Hizo bien el gallego Feijóo en presentarse en Huelva a la mayor brevedad y hablar de los temas candentes:la ley que supone el mayor lastre del Gobierno (la que pone en la calle a violadores o rebaja sus penas) y la necesidad de alcanzar pactos de Estado ante problemas como la vivienda o la sequía. La guerra, quien lo diría, se dirime en Huelva, la provincia que requiere de tantas infraestructuras y que, al final, no puede reclamar como propias ni Doñana ni el Rocío. Huelva, que no te utilicen. El lince protegido debes ser tú, la orilla de la tres carabelas sin alta velocidad.
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