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Itálica 'resort'

En la época de Isabel II, unos promotores quisieron construir una urbanización sobre Itálica

Aún quedan en los periódicos, entre el boscaje de la actualidad, puertas secretas que dan a reportajes o artículos fascinantes que, para colmo de bienes, no están redactados para su combustión rápida en las redes, con odiosas llamadas del tipo "Esta noticia no te dejará indiferente". Incluso las esquelas, el horóscopo o la respuesta oculta en el crucigrama guardan en ocasiones una perla. Gracias a este su diario me entero -con algún siglo de retraso- de que, en la época de Isabel II, unos promotores inmobiliarios pusieron en marcha un proyecto para construir una urbanización de nueva planta sobre la antigua ciudad romana de Itálica. (Después de escribir esta frase, me está costando la vida no abrir la siguiente con grandes signos de exclamación). Itálica isabelina, se llamó el negocio, y nos lo contó de forma impecable el 8 de enero José Ramón López Rodríguez, conservador de museos y ex director del conjunto arqueológico de Itálica. Atención, spoiler: la promoción no se llevó a cabo, como bien podemos apreciar cada vez que visitamos Itálica. Pero el locurón de haber gestado semejante proyecto tiene tantos hilos de los que tirarse a reflexionar que resulta, en sí mismo, un yacimiento de advertencias.

La primera advertencia quizá esté en que es una torpeza entender nuestra civilización como la más avanzada de todas. La Itálica famosa (Fabio, ¡ay, dolor!) poco tiene que envidiarle a las instalaciones y usos de las ciudades actuales. Más quisieran los gimnasios de hoy disponer de la infraestructura, espacio y vida de las termas mayores de Itálica. La segunda advertencia está en pretender hoy vivir como ayer. Imaginar por un momento el Itálica resort que quisieron montarse estos empresarios, acaso con los vecinos de la urba recostados en triclinios bebiendo mosto del Aljarafe, o quién sabe si con fiestas teatralizadas de esas en las que los paisanos se visten de época, no sólo indigna, también da vergüencita. El tercer aviso va en relación a la avaricia inmobiliaria, que en no pocas ocasiones se ha mostrado dispuesta a despreciar el patrimonio cultural, el entorno o las formas arquitectónicas y de vida hasta donde se les deje. Para observar esto último, baste con dar un paseo por algunos de nuestros barrios con solera, en los que nuevos edificios de apartamentos impersonales de líneas limpias y culto a la tristeza arquitectónica, el cemento pulido, el metacrilato, y el balcón sin balcón, se nos venden, pongo por caso, con el eslogan "viva la pura esencia de Triana". En la peli Todo el oro del mundo (1961) unos promotores pretenden hacer una urbanización de un pueblo cercano a París para que los nuevos vecinos vivan la paz rural. En cuanto llegaron los parisinos se acabó la placidez de la aldea. "Animus debes mutare, non caelum", dijo Séneca... Último aviso: a barrabasadas inmobiliarias, ojo avizor.

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