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Tribuna económica

Rafael / Salgueiro

'Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate'

DEBEMOS recordar las palabras esculpidas sobre la puerta del Infierno del Dante, que finalizan con este "Vosotros que entráis, abandonad cualquier esperanza", porque es casi imposible que este año comencemos a remontar una crisis que se agrava en casi todo el planeta y sin que se haya identificado un curso de acción verdaderamente claro para salir del problema.

En nuestro país las malas perspectivas ya están oficialmente reconocidas, por fin. El Gobierno prevé un decrecimiento del Producto Interior Bruto (-1,6%), una tasa de paro del 16% y un déficit público del 5,8% del PIB. Y es que van a decrecer dos de los motores de la economía: el consumo final privado (-1,5%) y la formación bruta de capital fijo (-9,3%). El consumo final de las administraciones públicas crece, no faltaba más, aunque sólo un 2,1%.

En Andalucía los rasgos podrían ser más dramáticos, según el informe del BBVA presentado el pasado jueves, y debido al mayor peso relativo de la construcción o del turismo y otros factores socioeconómicos característicos de la región. La tasa de desempleo podría alcanzar el 22 por ciento y el decrecimiento del PIB podría ser superior al nacional.

Según el Gobierno veremos la luz dentro de dos años y ello confiando en el impacto de unas reformas estructurales que todavía no se han puesto en marcha, como, por ejemplo, la transposición de la Directiva de Servicios vetada hasta ahora por los políticos catalanes. La actual etapa socialista, por otra parte, no viene mostrando demasiada vocación de emprender profundas e incómodas reformas económicas.

La verdad es que ninguna institución puede predecir con certeza cuándo podría recuperarse la economía mundial y, lo que es peor, no parece que las acciones públicas estén contribuyendo a una recuperación rápida y efectiva. Tales acciones son la reducción del tipo de interés de los bancos centrales, aporte de recursos sin límite al sector financiero, exiguas líneas de ayuda a las empresas y crecimiento de la inversión pública.

No servirán de mucho, en el mejor de los casos, si no crece el consumo privado, como muestra la experiencia japonesa de estancamiento compatible con bajos tipos de interés y elevada inversión pública. Esa debe ser la perspectiva de las actuaciones que no sean sólo paliativas. Se requiere, en primer lugar, estimular la confianza de las personas en su propio futuro y en los resultados de la gestión gubernamental, lo que se me antoja harto difícil de conseguir aquí y justo lo que parece una cualidad del nuevo presidente norteamericano.

En segundo lugar los ciudadanos han de tener mayor disponibilidad de dinero, lo que sólo se logra con una contundente reducción de impuestos, tal como la que se anuncia en EEUU. En nuestro país su contraparte no puede ser más déficit, sino la reducción del gasto público perfectamente prescindible. Y, entretanto, para dar ejemplo y compartir los costes de la crisis los funcionarios deberíamos admitir una congelación de nuestros salarios, lo que no es mucho a cambio de la seguridad en el empleo.

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