Acción de gracias

Leire

En todos los años que te aguardan, te lo prometo, encontrarás gente en la que podrás confiar

Querida Leire: Te escribo después de que tu madre haya roto aguas y en tu entorno esperamos con nerviosismo a que nazcas. No sé qué sientes ahora, mientras llegas a la vida, si tu cuerpo menudo conoce ya el miedo o la pereza, pero quería contarte algunas cosas que quizás te animen a salir al exterior. Es un mundo extraño y a veces resulta complicado entenderlo, pero también hay gente bondadosa que hace más acogedor este desorden, te lo aseguro, gente honesta y llena de fe a su modo que cree en la igualdad y la justicia, tus padres los primeros, ya verás qué suerte el hogar al que llegas.

Déjame que te plantee una metáfora: vienes a una tierra propensa a los seísmos, y puede que al llegar el ruido te confunda, pero busca el murmullo que hay bajo el estruendo. En todos los años que te aguardan, Leire, te lo prometo, encontrarás a gente en la que podrás confiar, amigos o familia, que te apoyarán cuando tengas un problema, que se alegrarán cuando la fortuna te sonría, y también desconocidos con el corazón noble que te regalarán en algún momento, cuando lo necesites, un gesto amable y desinteresado. Yo, Leire, que ya he vivido unas cuantas décadas –tú pronto me percibirás, con razón, como un viejo–, y no sólo lo digo porque sea un día de celebración y debamos ceñirnos a las buenas nuevas, compruebo que en mi balanza pesa más el altruismo que la mezquindad, más el aprecio que el rencor.

Todavía no puedes leer esto, pero algún día comprenderás el refugio de la palabra escrita, el consuelo de las historias que nos contamos. Los libros, las películas, las obras de teatro, también las escenas que ocurren en los cuadros. Todo eso va a estar pronto a tu alcance, Leire. Los niños se adentran en el bosque en los cuentos, pero no temas: ahí es donde transcurre lo inesperado, donde triunfa esa imaginación que te brindará tan buenos ratos. Puede que alguien te diga, cuando crezcas, que lo importante son los números y la lógica, reducidos a la pobre matemática de lo útil, pero no les hagas mucho caso a quienes no creen en los sueños ni en la emoción, que es otra forma de inteligencia. Como lo es el humor: espero, amiga Leire, que sepas reírte mucho, y que tu biografía posea el encanto de la comedia.

Heredas un planeta que tus predecesores hemos descuidado, pero que aún reserva todo lo que es grande y es hermoso: la música, el mar, los veranos, un plato cocinado con esmero, una charla sosegada, las flores, la fruta, la luz. Y los afectos, Leire, no les tengas miedo: eso es lo que justifica nuestro paso por el mundo.

Me cuentan que acabáis de entrar en el paritorio, tu madre y tú. Ya pronto habrás nacido –estarás aquí cuando salga este artículo–, y contigo se alargarán el futuro y la esperanza. Bienvenida al mundo, Leire.

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