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Charo Ramos

chramos@grupojoly.com

Liberar el patrimonio

La Biblioteca Nacional ya permite el uso comercial de imágenes en dominio público no sujetas a derechos de autor

Ayer se cumplieron 80 años de la muerte del político y escritor Manuel Azaña en el exilio en Montauban, enfermo y acosado en esa Francia ocupada de 1940 que no dudó en entregar a Franco a su gran amigo y cuñado Cipriano de Rivas Cherif. En los últimos tiempos la obra literaria de quien fuera presidente del Gobierno y de la Segunda República está siendo reivindicada por los grandes especialistas de la Edad de Plata, especialmente su amargo diálogo La velada en Benicarló. La biografía que le dedicó Santos Juliá permanece como la más completa y documentada, una Vida y tiempo que su autor abre recordando a don Ramón Carande, que fue quien le incitó a leer las obras de Azaña mientras paseaban juntos por Sevilla a mediados de los años sesenta. En estos últimos meses, tan broncos, muchas voces han citado el discurso que el político de Alcalá de Henares pronunció en julio de 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona, coincidiendo con el segundo aniversario del inicio de la guerra civil; un texto magnífico que es citado por su rotundo final "Paz, piedad y perdón". De aquella célebre alocución, que duró una hora y doce minutos, y en la que Azaña pidió una mediación que condujera al final de la contienda, se tomaron numerosas fotografías y registros sonoros. La Biblioteca Nacional es depositaria de muchos de ellos. Hasta el 1 de noviembre, sin embargo, si un editor, un escritor, un diseñador gráfico o cualquier ciudadano español quería usar alguno de esos documentos con más de 80 años y en dominio público (no así las imágenes de autores con derechos de propiedad intelectual vigentes) tenía que pagar un canon a la Biblioteca Nacional. El bloqueo a la investigación y a la difusión de esa política recaudatoria era evidente. Por fortuna, entre las escasas buenas noticias del primer año de la pandemia destaca que la institución permite al fin reproducir sus documentos digitalizados y hacer un uso comercial de los mismos, lo que permitirá incluirlos en proyectos culturales, como libros y exposiciones, sin pagar por ellos. Hablamos de un tesoro de 200.000 títulos y 30 millones de páginas digitalizadas que están disponibles en la Biblioteca Digital Hispánica y la Hemeroteca Digital, en parte gracias al apoyo que Telefónica dio a la digitalización en 2008. Liberar contenidos, hacerlos accesibles y contribuir al conocimiento de un patrimonio que es de todos, ya se trate de reproducir imágenes y carteles de la guerra civil, manuscritos autógrafos de Lope de Vega o dibujos de Goya es una misión esencial de la Biblioteca Nacional que confirma el papel decisivo que esta institución está llamada a ejercer en los próximos años. Convendría, en nuestro contexto, que las hemerotecas y archivos hispalenses revisaran también la venta de derechos de reproducción. El debate está abierto y es apasionante.

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