Crónica Personal

Mala cara

Se comprende la mala cara del presidente. Y eso que es probable que lo peor para él aún esté por llegar

Pedro Sánchez tiene mala cara. Muy mala cara. Pésima. Además insulta en lugar de recurrir a la ironía o al dato bien contrastado, se carcajea de una manera tan forzada que cae en el ridículo, intenta no aparecer en público y no se prodiga en el hemiciclo, donde hace tiempo que rehúye el debate y sólo entra para votar. Conclusión: no atraviesa un buen momento.

Sin mencionar lo que probablemente ha sido el principal motivo de que presente un aspecto tan alejado del habitual, el del triunfalismo y la chulería: la situación en la que se encuentra su mujer, con dudas sobre su comportamiento ético. Que según algunos profesionales podría ser delictivo, lo que decidirán los tribunales si llega el caso. A Sánchez, con toda seguridad, le afecta mucho más las polémica en torno a Begoña Gómez que todos los millones que puedan haber cobrado los personajes que se mueven en la órbita del famoso Koldo.

A Sánchez se le nota que empieza a sufrir las consecuencias de sus políticas de mentira sistemática y, lo más grave, de ponerse al servicio de uno de los personajes más infectos de la política española, el señor Puigdemont, que luce una sonrisa exultante aunque en los últimos días se ha convertido en rictus al ver que le han convocado elecciones en Cataluña. Eso echa por tierra el calendario que había preparado y la estrategia perfectamente diseñada para alcanzar la Generalitat. Contaba con la ayuda inestimable de aquel que le necesitaba para seguir gobernando y estaba dispuesto a aceptar lo que fuera, incluso lo inconstitucional, con tal de mantenerse en La Moncloa.

El panorama ya no es idílico para el presidente, quién lo iba a pensar. Su futuro depende de los jueces, como depende de las urnas, que tienen la mala costumbre de decidir a quién aceptan y a quién no los votantes, y llevan un tiempo señalando que todo lo que toca Sánchez, y todos los que pretenden conseguir escaños bajo su paraguas, político salen escaldado. Y ahora, en Cataluña, si Illa no logra ganar y hacerlo con suficiente peso como para ser presidente de la Generalitat, Sánchez puede encontrarse con un desfile de dirigentes y militantes que hoy le aplauden, se incorporarán al pelotón, cada vez mayor, de los que piden que se tome alguna medida expeditiva para deshacerse de Sánchez como secretario general del partido. El incremento del voto contra Sánchez se traduce en voto masivo contra su partido y sus candidatos.

Se comprende su mala cara. Y eso que es probable que lo peor para él aún esté por llegar.

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