opinión

Fernando J. De Amores Carredano

Malecón de Triana, puente de Isabel II y muelle de la Sal

ME parece muy oportuna la defensa que del malecón de Triana están promoviendo Amaro Sánchez de Moya y Juan Antonio Sánchez Muñoz. Conozco personalmente a Amaro y creo que es conveniente traer a colación que se trata de un joven arquitecto por la universidad de París Val-de-Seine, especializado en escenografía y arquitectura teatral y que realizó su trabajo fin de carrera sobre Las huellas de las costumbres y lo efímero en el paisaje urbano de Sevilla, ampliando su formación en el Istituto Universitario di Architettura en Venecia. Sí, señores, la vida y estudio en esas fabulosas ciudades patrimoniales, líderes del turismo europeo, de dimensiones colosales y de riquísimos contenidos, lo encuadran en lo que se viene denominando "emprendedores", que abren sin miedo sus horizontes en Europa. Ello, además, cualifica su perspectiva y criterio, su iniciativa y esfuerzo por defender rasgos propios y delicados de su ciudad natal.

He sabido de la propuesta que quieren hacer para que la Consejería de Cultura declare BIC al malecón de Triana y desde aquí me sumo a ello. No obstante, podríamos ser más generosos y superar la vieja y caduca tradición de coleccionar monumentos o hitos aislados. No sólo la vieja y en muchos aspectos obsoleta Ley de Patrimonio Histórico Español reivindica el valor del contexto, el entorno, etcétera, sino que la madurez de la sociedad ha ido reclamando la consideración de aspectos paisajísticos y de conjuntos imbricados para los bienes patrimoniales y así lo recoge la ley de Patrimonio Histórico de Andalucía o las recomendaciones del propio Convenio Europeo de Paisaje. ¿Por qué no ampliar el propio BIC del Puente de Isabel II con los elementos patrimoniales asociados del malecón de Triana y el muelle de la Sal?

Olvidada la función de puerto y aumentado de manera considerable el número de puentes sobre el Guadalquivir, este segmento del puerto y ciudad históricos ha devenido en un fondo escenográfico de diversas perspectivas y alto valor patrimonial, en el que se acomoda un sumatorio de hechos relevantes en ambas orillas unidos por el puente.

Recordemos que el castillo de Triana es BIC gracias al decreto de declaración de los castillos de 1949 y que en su interior se muestran los importantes restos excavados de la ciudadela de la Inquisición, únicos en España, que enriquecen su contenido y valor. Recordemos igualmente que el propio puente es también BIC y que, como se ha recordado en estos días, fue salvado de la muerte por derribo, "cambiando de médico" como se suele decir, ante la reclamación ciudadana. Por cierto, un vistazo a las litografías y fotografías donde se representa al puente en sus primeros momentos nos revela que portaba farolas pareadas de un solo fuste, enfrentadas en distintos tramos. Este diseño original usaba la imagen del número II de la reina Isabel como emblema heráldico materializado en las farolas. Un rasgo elegante en el que no ha reparado la ciudad, despreciando por ignorancia estos detalles que engrandecen su narrativa histórica.

En este momento debemos recordar que a estos dos elementos, tangentes, se le adosan el malecón de Triana y el muelle de la Sal por ambos lados. La zapata supone un elegante basamento desde su estética neoclásica, de amplios paramentos lisos y grandes pilastras segmentadas, similar a la que ofrece la fachada de la Maestranza de Artillería sobre las viejas Atarazanas o las fachadas del antiguo cuartel de Caballería, actual sede de la Diputación, o el posterior y complementario frente del mercado de Triana al río. Este malecón supone un rotundo basamento a la pintoresca fachada urbana de la calle Betis, repleta de casas, insignificantes de modo individual salvo excepciones, pero conformando un hermoso conjunto, colorista y personalísimo. ¡Cal de Morón y calamocha para él!

El muelle de la Sal fue el lugar elegido por Eduardo Chillida, uno de los más importantes escultores del siglo XX, ya fallecido, para colocar el monumento a la Tolerancia frente al castillo de San Jorge. Era una de las esculturas urbanas más apreciadas por él mismo y monumentaliza a este rincón desde hace décadas. Sus dibujos preparatorios y maqueta se guardan como piezas excepcionales en Chillida Leku, su querido y emocionante santuario/museo cerrado recientemente por falta de apoyos económicos.

Creo que declarar BIC -el antaño monumento nacional- a estos bienes relacionados, cuidándolos y promocionándolos como se merecen, supone un valor añadido para la ciudad, para sí misma y para su dimensión turística. El mejor turismo urbano demanda ciudades mágicas y la magia se caracteriza por sus rasgos no evidentes y, en gran parte, indescifrables.

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