ESTE verano estoy oyendo mucho hablar de las mechas californianas. Yo no sabía lo que eran hasta que una amiga mía que yo tengo, que la conocí el primer día que la conocí, me lo explicó. Y la verdad, a mí no me recordó a California. Yo cuando pienso en California pienso en un paseo marítimo con sus palmeritas muy altas, sus rubias en patín p'arriba y p'abajo con sus dos buenas razones pa no perdé el equilibrio, su poquita dosis de testosterona con sus buenos paquetes… de Marlboro, sus Beach Boys, sus David Crocket con su chaquetita remangá… Ah, no, que David Crocket era de Miami, ¿no? Bueno, pos a mí recuerda a California. Total, que la otra noche me senté yo solo en una terracita a echar un vistazo. Sin palmeras, ni patines, ni Marlboro. Y que conste que me senté solo porque no tenía ganas de entablar conversación ninguna con nadie. Cuidao cuidao lo que son las modas. ¡Coño, que les ha dao ahora por las mechas californianas! Los de Lóreal-París se tienen que estar forrando. Las vi pasar en todos sus estilos. Degradadas, contrastadas, sutiles… No había ni una que no llevara, de una forma muy natural, eso sí, sus mechas californianas. Ponme otra copa, le dije al camarero. Como era la tercera ni me preguntó de qué la quería. Se ve que el muchacho se había quedao con mi cara. Ellas seguían pasando por mi lado como si tal cosa, mechas van mechas vienen. Venga mechas. Todas iguales, por mi mare de mi arma. ¿Y no os parecen las mechas californianas un poquito como si el tinte se te hubiese caído desde la raíz p'abajo? ¿No es un poquito como de la Cañada Real? Y todo esto estaba yo pensando y como había bebío una mijita, me dije, mira Bastián, mejor me voy pa mi casa antes de que alguna de ésta se quiera sentá conmigo, y yo hoy no tengo ganas de entablar conversación ninguna con nadie.