Charo Ramos

Miradores de Sevilla

Azul Klein

Los jardines son también parte del 'Veraneo en la City' y deberían estar al nivel del Arboreto del Carambolo

15 de julio 2020 - 02:38

Este año toca veranear en Sevilla. Antes habríamos dicho bromeando que "eso es de tiesos" pero, ante la incertidumbre pandémica global, que acaba de suspender las pintorescas Carreras de Caballos de Sanlúcar, quedarse en Sevilla se ha vuelto una opción no ya razonable sino incluso deseable. Y acertada es la marca acuñada por el equipo del alcalde, Veraneo en la City, para contener la caudalosa oferta cultural (pública y privada) que la capital andaluza acogerá hasta septiembre. Con mascarilla, enfrentándonos al calor con paciencia espartana, podremos disfrutar de conciertos de todos los estilos en espacios patrimoniales espléndidos, del cine de verano en el patio de la Diputación o el del Cicus, y de representaciones de las mejores compañías andaluzas en Itálica, dentro del programa Anfitrión; son sólo algunos ejemplos de una atractiva programación cultural que pocas ciudades que sobrepasan los 40 grados en julio y agosto se atreven a ofrecer.

Sin embargo, como el periodismo debe ser crítico y no turiferario, esta columna quiere poner el foco en los espacios verdes sevillanos, que deben estar a la altura del esfuerzo que hacemos todos en la ciudad para superar la crisis poniendo lo mejor de nosotros mismos. El paseo del río, el principal espacio deportivo, está asqueroso y los fines de semana apenas se cruza una con dos basureros y limpiadores entre la Torre del Oro y el Puente del Cachorro, impotentes para recoger al aluvión de latas, envases vacíos, colillas, cascos y mascarillas desperdigados con incívicas maneras por quienes pasaron la noche al raso pocas horas antes.

Como contraste, hay un vergel a escasos minutos subiendo la Cuesta del Caracol, el Arboreto del Carambolo, que es el jardín botánico que Sevilla debería replicar. Almeces australianos, ceibas cubanas, cerezos asiáticos, estanques con nenúfares, conejos corriendo, el paraíso está ahí arriba, en esas cuatro hectáreas verdes gestionadas por Emasesa donde conviven más de 500 especies botánicas de los cinco continentes y hasta un mirador que ofrece una de las panorámicas más hermosas de Sevilla. El Arboreto necesita mejorar algún aspecto, como la gestión de sus plantas aromáticas (duele ver el cilantro seco), pero la amabilidad de su personal y la belleza y sosiego del entorno compensan cualquier revés. Luego una desciende hasta la Cartuja, ve el deterioro del Jardín Americano y tantos otros, y sueña con que todos ellos fueran tan verdes y modélicos como los del Arboreto o el Real Alcázar. Y claro que es posible. Pero hay que poner medios, recursos, vigilancia, hacer pedagogía y cobrar una entrada testimonial de dos euros si es preciso como hace Emasesa. Alcalde, no los descuide: los jardines son cultura y sin ellos la marca Veraneo en la City cojea.

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