CONGRATULA, siempre me reconfortó escribir de fútbol en el sentido literal del concepto. Fútbol de verdad, ese que discurre en los dos tercios de hectárea que suele medir un campo de fútbol. Y ese fútbol de verdad que tuvo ya su adelanto desde la noche del viernes y que ayer posicionó con más rigurosidad a los grandes de la Liga nos estalla en plena cara cuando en este mediodía otoñal empiece a rodar el balón en Bilbao y en Pamplona.

San Mamés se presenta como escenario en el que el Sevilla pueda presentar sus credenciales para optar a las más ilusionantes instancias. Ha saltado Unai como un resorte con sólo insinuársele la posibilidad de luchar por el título. En un universo preñado de faraonismos y objetivos infundados, quien la lleva la entiende y el de Fuenterrabía ha demostrado sobradamente que sabe y entiende lo que lleva. Pero el fútbol es partido a partido y hay que centrarse en Bilbao, sólo en Bilbao.

Comparece el Sevilla por segunda vez en el flamante coliseo junto a la ría. De Nervión al Nervión para colisionar con un Athletic deprimido pero que siempre supera estos problemas. Prueba llena de aristas aunque perfectamente subsanable para un Sevilla en la cresta de la ola. Y a la misma hora, en Pamplona tiene el Betis la oportunidad de centrarse, hacer bueno el triunfo del pasado domingo y empezar a ver la luz de cara a sentar las bases para autenticar el retorno.

Fútbol en estado puro para el rutilante mediodía del primer domingo de noviembre. Lo que en realidad reconforta y no esos entrebastidores llenos de intereses, de calumnias y de malas intenciones que conforman las sentinas del fútbol. El Sevilla tiene la oportunidad de reafirmar la envidiable posición que ocupa. El Betis se enfrenta a un hipotético igual con la necesidad por bandera. Ambos a la misma hora, por lo que ver a ambos resulta imposible. Qué le vamos a hacer.