Con la cafinitrina bajo la lengua, con los miocardios disparatados y pidiendo angustiado la hora, así acabó el Betis su choque con el colista. Un gol de Bartra cuando acababa de reanudarse el pleito y un paradón de Joel cuando, sin tiempo para la reacción, neutralizó el presunto fusilamiento de Wu Lei fueron claves para que el Betis mire al futuro con menos desazón de lo que venía haciendo desde el ridículo perpetrado en el derbi.

Es la primera victoria pospandemia del equipo y fue a conseguirla en la primera cita con banquillo nuevo, pero lo cierto es que las sensaciones que deja el equipo no han mejorado. Es más, la primera parte fue como una reedición de los muchos malos momentos protagonizados en esta campaña. Sin fútbol alguno y sin mostrar en defensa la solidez que podía esperarse de tantos futbolistas de mentalidad destructora en la alineación, al descanso se temía lo peor, lo de casi siempre.

El equipo, diseñado con tres centrales más Guido de pivote defensivo, no daba esperanzas y el drama sobrevolaba la yerba heliopolitana. Afortunadamente, un testarazo de Bartra a saque de esquina botado por Canales hizo que el viento rolase y el panorama se aclarara. Hubo ocasiones de algún gol más, pero el equipo se fue aculando de tanto mirar el crono para que fuese el Espanyol quien tomase la iniciativa para un cuarto de hora final ciertamente terrorífico.

Y la tragedia pudo consumarse de no haber acertado Joel ante Wu Lei. Ahí le sonrió la fortuna a un Betis que ya puede mirar lo que queda con menos nervios, pero es una lección la de este año que no debe olvidar. No la deben olvidar los dirigentes y los encargados de que la cosa deportiva funcione de tal forma que el Betis gane más que pierda. La permanencia más barata que se recuerda ya la tiene casi conseguida, pero no es eso a lo que el Real Betis Balompié ha de aspirar.