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Patria

Si ni siquiera somos capaces de entender que España es una nación, ¿cómo vamos a considerarla una patria?

La patria es la gente", decía ayer un tuit de Pablo Echenique, de Podemos. Es curioso, pero la palabra patria apenas se usa en el castellano moderno. "Patriotismo" se usa un poco más -y tampoco mucho-, pero "patria" debe de ser una de las palabras menos usadas del idioma. Hagan la prueba: intenten recordar cuántas veces han oído pronunciar "patria" en el autobús o en el supermercado. Pocas, muy pocas, estoy seguro. Y en cierta forma, me atrevo a pensar que eso es bueno. Porque la idea de patria es prepolítica y parece referirse a una identidad inmutable, rocosa, prehistórica, que nos impone su voluntad como una especie de patriarca bíblico al que no es posible desobedecer. En este sentido, la palabra nación -que es un invento de las dos revoluciones liberales del siglo XVIII- es un vocablo mucho más respetable. Las naciones son más flexibles, más abiertas: admiten la crítica, la alternancia en el gobierno, la separación de poderes, las reformas de la Constitución. Pero incluso la palabra "nación" es mal entendida en España. El nacionalismo de Franco le hizo mucho daño, y sus efectos, por desgracia, todavía perduran.

Ahora bien, sabiendo todo eso, ¿por qué se empeña Pablo Echenique en usar esa idea de "patria" que casi no interesa a nadie? Y más aún sabiendo que "patria" era la palabra favorita de los falangistas y de la extrema derecha. Pero es que la izquierda latinoamericana que ha inspirado a los dirigentes de Podemos también es rabiosamente patriota y nacionalista. "¡Patria o muerte, venceremos!", gritaba el Che Guevara. "Patria o muerte, Montoneros", gritaban los montoneros argentinos. Y no olvidemos que el gobierno de Maduro, en Venezuela, acaba de crear un "carnet de la patria" que es una especie de DNI ideológico. Es decir, que la patria, para la izquierda latinoamericana, es una especie de talismán.

En España, en cambio, la idea de patria no ha cuajado. Y si alguien la usa, más bien inspira risa. Si ni siquiera somos capaces de entender que España es una nación, ¿cómo vamos a considerarla una patria? A lo mejor, en un futuro, por uno de esos movimientos pendulares que guían nuestra conducta, el patriotismo y la retórica nacionalista se instalan entre nosotros, sobre todo como reacción contra los nacionalismos periféricos. Eso es posible, sí, pero de momento queda lejos. Por suerte.

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