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De Pedrera a Casariche

En la inmigración no se puede agrupar a todos en el mismo saco. Ni todos son buenos, ni todos son malos

Hay que tener cuidado para no encender más la mecha del odio en los casos de delitos protagonizados por inmigrantes. Parecía que habían quedado en el olvido los incidentes de Pedrera, ocurridos hace un año, cuando en otro municipio de la Sierra Sur sevillana ha surgido el intento de linchamiento a unos rumanos sorprendidos cuando robaban. Como sucedió en Pedrera, no se trata de un robo aislado, sino que una comunidad rural, con fuertes vínculos de identidad, de aquí nos conocemos todos (Casariche no es como Nueva York), acusa a un grupo de extranjeros del aumento de robos y la inseguridad.

Eso tiene repercusiones, incluso políticas. Ahora dirán que la culpa es de Vox, que ha avivado el fuego de la xenofobia y el odio a los inmigrantes. Pero se debe recordar que en Sevilla la gente más pasional del pueblo ya organizó persecuciones de judíos en el siglo XIV. Ese discurso candoroso de que los españoles no son racistas y toleran bien a los migrantes admite excepciones. Y se centran, principalmente, en dos cuestiones: cuando piensan que le van a quitar el trabajo y cuando piensan que aumenta la delincuencia.

Por eso, precisamente, hay que regular la entrada de quienes vienen. Ni todos los inmigrantes son hijos del maligno, ni todos son seres angelicales que huyen de su país porque los van a matar o se mueren de hambre. Tampoco se puede negar el efecto llamada de los últimos meses, gracias a Pedro Sánchez, que está contabilizado.

Sorprende el doble rasero de medir en algunos delitos para evitar malas reacciones. Todo el mundo se enteró de que los miembros de la Manada, que tan vilmente se comportaron, son sevillanos, así como que uno de ellos era militar. Pero se ha tapado más el origen de lo que ahora se conoce como la Manada de Alicante (así los llamó Alberto Garzón en un tuit), los cuatro detenidos por la violación grupal de una chica de 19 años, que son "españoles de origen ecuatoriano". Así se publicó; y en un diario añadieron que "usaron burundanga como la Manada sevillana". Esos "españoles de origen ecuatoriano" podrían haber participado en otros dos casos más. Y si a ellos les llaman la Manada de Alicante (y se oculta su origen), a los sevillanos les deberían decir la Manada de Pamplona.

En la inmigración, como en la vida misma de los españoles, no se puede agrupar a todas las personas en el mismo saco. Ni todos son buenos, ni todos son malos. La generalización de la irrealidad origina casos como los de Pedrera y Casariche. Son tumultos condenables, pero hay que analizar por qué se llega a esa barbarie.

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