Peluquerías en apuros

LA Asociación de Peluquerías de Caballeros, Señoras y Belleza estima que el 88% de los establecimientos de peluquería y estética trabajan en la actualidad a menos del 50% de su capacidad productiva. Por lo tanto, aunque no se ejecutara la fuerte subida del IVA (del 8% se pasa al 21%), hay tal sobreabundancia que para reconducir la inviable asimetría entre oferta y demanda no cabe más salida que una profunda reestructuración de un sector tan engordado. Lo hará vía precios y salarios en el mejor de los casos, o vía cierres y despidos en los peores. Este país ya ha vivido reconversiones de la siderurgia, los astilleros, el algodón, las azucareras o la minería de carbón. Pero no estaba preparado para un tijeretazo doloroso en las peluquerías y un adelgazamiento severo en los centros de belleza. Los talleres de chapa, pintura y espejo en busca de la realización personal.

Lo primero es averiguar dónde está y cómo se las apaña la población que ha desertado. Descartemos un masivo rapado de cabezas para ahorrarse tintes y rulos. Los gabinetes de psicólogos no han incorporado a sus prestaciones las terapéuticas conversaciones y confidencias de peluquería. Las bodas, bautizos y comuniones, aunque menos derrochonas, siguen estando concurridas con invitados de pelo atendido para la ocasión. Pero son muchas las personas que han reducido la frecuencia de paso. Algunas recurren a la economía sumergida de quienes peinan, entintan y moldean en su casa o a domicilio. Y las clases medias han desertado del lifting facial, traumatizadas con la reducción de estómago que sufre su cartera.

La patronal de la peluquería y la belleza se ha echado a la calle para implorar al Gobierno que sólo le suba el IVA al 10%, porque se va al garete. Es muy improbable que atienda su petición, así como la de ser considerado un artículo de primera necesidad. Más que canas, lo que pintan son bastos en un país de subsistencia donde la gente tiene ganas de arreglarse pero teme que esto no tiene arreglo.