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Política trilera

El CIS es un síntoma más de la enfermedad que infecta España, una política basada en el engaño y el asalto a las instituciones

Pedro Sánchez eleva las manos sobre la tribuna del Senado.

Pedro Sánchez eleva las manos sobre la tribuna del Senado. / Kiko Huesca · Efe

LAS encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) dejaron hace tiempo de ser un anticipo de las tendencias del voto para convertirse en un instrumento más de trilerismo político, un trampantojo para animar a que el elector vote siempre al mismo: al PSOE. Da igual que los resultados luego se alejen de la predicción o que su pronóstico sea contrario al consenso de los sondeos privados que, con muchos menos recursos y sin que nos cueste el dinero a los españoles, afinan bastante más por dónde van las inquietudes de los votantes al aproximarse a la urna.

La macroencuesta electoral difundida ayer por el CIS que dirige sin rubor José Félix Tezanos deja un panorama tan abierto, con unas horquillas muy amplias, como le es posible sin salirse del guión ya escrito: que el PSOE de Pedro Sánchez es el primer partido de España.

Pero el CIS sólo es un síntoma más de la enfermedad que infecta España, una política trilera, basada en el engaño y el asalto de las instituciones para servir sin tapujos a un supuesto líder capaz de cualquier victoria.

Pero lo cierto es que Sánchez, desde que revalidó el Gobierno lo que cosecha es derrota tras derrota: en Madrid, en Castilla-León y en Andalucía, donde el CIS jamás anticipó la amplia mayoría absoluta de Juanma Moreno y el PP andaluz.

Al igual que con el CIS, ha pasado con el Instituto Nacional de Estadística (INE), donde se intervino para que los datos de crecimiento del PIB e inflación no fuesen tan negativos para el Ejecutivo de coalición.

O con el asalto al Tribunal Constitucional. ¿Se acuerda de la reforma parada en el Senado? Ya nunca se ejecutó en cuanto tuvo la mayoría que ya no le sacará los colores por decretar estados de alarma contra el orden constitucional.

En esa política trilera se enmarcan también las promesas que, con gran deslealtad con su socio de Ejecutivo, Unidas Podemos, desgrana cada fin de semana el presidente del Gobierno para aprobarlas cada martes. Artificios sobre vivienda, política de agua con compromisos que, largo me lo fiais, son imposibles de comprobar de aquí a diciembre si se hacen realidad.

El culmen de esa política trilera es el cambio de estrategia socialista respecto a presentar las votaciones del 28M como un signo de la fortaleza del liderazgo de Sánchez. Ahora se enfatiza que se votan alcaldes y presidentes de autonomía (donde toque), y así es, pero el fuerte ruido nacional, amplificado desde hace meses por el propio Gobierno, abona la idea de votar contra Sánchez y no regidores o diputados regionales.

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