Cuarto de Muestras

Presa en sus oros

En todos los cuentos infantiles el terror es un ingrediente indispensable

Tamara es como una princesa de Disney, con sus brillos falsos, su voz infantilizada, su imagen cursi, sus buenas intenciones y sus pérfidos complementos que le dan mucho juego: un novio malo malo, unas costureras que le han clavado los alfileres de la verdad cuando le estaban cosiendo su vestido blanco de novia, una madre que no deja de mirarse en su espejito mágico para ver si sus huesos son los más bellos del reino, un reloj que la aproxima inexorable a un horror de casamiento, una manzana envenenada cuyo mordisco le hace a la vez reinar y servir de burla en las redes sociales y un rey Midas que le convierte en oro sus propias debilidades y absurdos. Todos somos niños arrobados asomando nuestras manos al embozo de la cama mientras nos leen antes de dormir este érase una vez que se era.

Como en todos los cuentos infantiles el terror es un ingrediente indispensable, por eso mientras ella se adentra en la espesura del bosque de los famosos se pregunta ingenua una y otra vez por los ojos, las orejas y los dientes tan grandes de la opinión pública y el cotilleo que terminan por responderle con voz bronca que son para comerla mejor.

A veces parece lista y pide como una cabritilla que le enseñen la patita por debajo de la puerta para asegurarse no abrirle al lobo de la infelicidad que tanto teme. Otras, finge no enterarse de nada y se hace de hielo como Frozen con los escasos poderes mágicos que le proporcionan sus asesores de imagen. En la mayoría de las ocasiones se presenta como La Sirenita recién cumplido sus quince años cuando se le permite subir a mirar al mundo de la superficie, salva a un príncipe y este ni se entera que ella ha sido la salvadora de su naufragio. En ese momento del cuento estamos, pero nos han dicho que ya no nos leen más hasta mañana, que hay que dormir.

Las malas lenguas, que ni en los cuentos infantiles se callan, cuchichean que Tamara va dejando miguitas de pan igual que Hansel para poder volver a casa si las cosas se vuelven a poner feas como la última vez, hace apenas nada cuando le quisieron quitar su venda de la inconsciencia. Yo quiero que se salve, como queremos todos los niños cuando nos cuentan un cuento imposible. Pero mi madre ya ha empezado a recitar los versos de Darío “la princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa? /los suspiros se escapan de su boca de fresa”. Está presa en sus oros, esta presa en sus tules.

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