La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
Los proyectos del Parque de María Luisa y de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 se desarrollaron en gran medida de forma conjunta, y buena parte del legado constructivo de dicha efemérides quedaría integrado para siempre en el mítico parque hispalense. Entre la Torre Norte de la Plaza de España, el antiguo Bar Citroen y el Monumento a la Raza quedó ubicado un pabellón conocido como la Quinta de Goya, dedicado al artista aragonés. Este edificio fue promovido por la sociedad del mismo nombre y trazado por el arquitecto Manuel Muñoz Casajús, conteniendo obras, bustos y recuerdos del maestro de Fuendetodos. Inaugurado en mayo de 1929 por Alfonso XIII, sería derribado tras finalizar la Exposición en junio de 1930, conformándose décadas más tarde en el lugar la Glorieta de Goya que hoy podemos contemplar. Se indica en reiteradas ocasiones que el pabellón era una réplica de la Quinta del Sordo en Madrid, donde habitó el genial artista unos cinco años y que fue reformada en amplitud por sus herederos antes de su demolición a comienzos del siglo XX. Sin embargo, atendiendo a las imágenes que nos han llegado y a lo afirmado por investigadores como Juan José Cabrero Nieves, la construcción se asemejaba más a la aún existente Casita del Pescador del Parque del Retiro erigida por Fernando VII para uso propio.
La Glorieta de Goya consta de planta circular y queda presidida por un espléndido ejemplar de higuera australiana de Bahía Moretón (Ficus macrophylla) de unos setenta años —sometida tiempo atrás a podas excesivas— que debería incluirse en el Catálogo de Árboles Singulares para incrementar su cuidado y protección ante las amenazas y talas que han sufrido otros ficus, como el de San Jacinto o los ocho laureles de Indias desaparecidos en la Plaza de la Encarnación. Dos columnas dóricas de granito provenientes del extinto Palacio de la Inquisición de Madrid con una escueta pérgola de madera enmarcan el acceso principal a la glorieta, siendo los únicos restos que se mantienen del pabellón. Es posible descansar en uno de sus ocho bancos de forja y disfrutar de sus cuatro densos parterres ocupados por un drago, washingtonias, kentias, cycas, árboles del fuego, melias, nísperos, aligustres o plantas arbustivas como buganvillas, pitosporos, mirtos, acantos, hiedras, celestinas...
Es incomprensible que la Quinta del Sordo madrileña y la Quinta de Goya sevillana hayan sido eliminadas sin compasión en aras de una vacua modernidad que arrasa con cualquier cosa anterior por orgullo, fanatismo o un inestable progreso. Estas excelentes edificaciones que nos transmitían expresiones únicas del alma de uno de nuestros genios universales no han merecido el reconocimiento de la autodenominada sociedad avanzada. El arte, los bienes recibidos de nuestros ancestros, la tolerancia, la solidaridad y la razón nos pueden redimir en un mundo dividido falto de respeto a lo mejor del pasado y pobre de confianza en un futuro halagüeño para el ser humano.
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