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Helena Arriaza

Rastreando con Chus

TENER unos días de descanso da para rastrear mucho por la televisión y encontrarse con programas que una no se espera. ¿Cómo llegan algunas personas a tener su propio programa de televisión? Esa es una gran incógnita para la que es mejor no buscar demasiadas. Es lo que me ocurrió cuando vi De rastros con Chus en Canal Decasa. Lo primero que pensé fue, ¿qué necesidad tiene esta señora de hacer este programa en el que lo que hace es restaurar muebles y otros objetos para sus amigos? Pero conforme avanzaban los capítulos que pude ver incluso conseguí divertirme.

Lo primero que hace Chus, una mujer a la que le apasiona lo que hace y que es capaz de transmitirlo a través de la televisión (algo bueno tenía que tener), es visitar la casa de alguien que quiere redecorar algo. Ella analiza el espacio y piensa qué puede restaurar, o bien escucha la petición de sus clientes (o más bien amigos, porque parece que los conoce a todos y que todo queda en familia) y pone rumbo a los mercadillos y rastros para encontrar su objetivo. Esta es la mejor parte, el camino hasta llegar a su destino. La restauradora se monta en el coche y no para de hablar. Y tanto al ir como al volver consigue rellenar unos cinco minutos de la media hora que dura cada episodio. ¡Eso sí que es aprovechar el tiempo! De hecho entre la visita a casa de sus amigos y el camino en coche hablando de temas que en muchas ocasiones nada tienen que ver con la restauración, Chus tiene medio programa hecho.

Los quince minutos restantes los pasa en los rastros y en su taller. En los rastros recorre varios puestos para encontrar la pieza adecuada. Mientras la encuentra va mostrando objetos de lo más diferentes y hablando con los responsables de cada puesto. Otros cinco minutos de programa hechos. Ya va quedando menos. Tras este paseíto por fin da con la tecla. Encuentra la pieza que estaba buscando, la mide, la mira, ve que le sirve, la compra (lo del precio casi siempre es una incógnita y no estaría mal saberlo para entender un poco más su trabajo) y se va. Otra vez al coche. Otra vez a hablar. Hasta que llega a su taller. Comienza el trabajo, pero aunque a ella le lleve horas dejarlo todo listo tan solo podemos ver cinco minutos de lo que hace. Explica las pautas que va a seguir y solo se ve una pincelada de cada paso. Algo que hace que el trabajo no luzca como debería. Cuando lo termina toca hacer entrega de la pieza a la persona que la está esperando. Si el paseo en coche merece la pena verlo, lo de la entrega ya es el colmo del programa. No es que haya podido ver muchos capítulos pero de los que he visto la cara de la persona que recibe el objeto es digna de ver. Un ejemplo es el capítulo en el que Chus hace una mesa para televisión de un amigo suyo, que además es decorador. ¡No tenía nada que ver con la decoración de la casa! De hecho su amigo, nada más verlo, dijo que le buscaría otra ubicación porque ahí se veía demasiado... Vamos, que no le había gustado nada. En definitiva, un programa de objetos al estilo Cámbiame que hay que ver con la única pretensión de entretenerse.

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