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Yo te digo mi verdad

Remedios para males políticos

Contra la práctica de los despachos oscuros convendría contraponer la de la participación de la ciudadanía

Tras lo de Murcia con la moción de censura frustrada entre PSOE y Ciudadanos, lo de Madrid con la reacción de Ayuso convocando elecciones autonómicas, otra vez lo de Murcia con la compra de votos de Cs por parte del PP a cambio de cargos, y nuevamente lo de Madrid con la decisión de Pablo Iglesias de presentarse a los comicios madrileños, más lo que pueda pasar en el tiempo que va desde la escritura de este artículo a su publicación, ya podemos decir que los políticos españoles se han dedicado al juego de las sopresas, que otros llamarían ocurrencias.

Parecería que el virus de una locura repentina se ha apoderado de ellos y que, como en las películas de zombies, se lo transmiten unos a otros cada vez que alguno da, o cree haber dado, una dentellada a su rival. Así que quizás deberíamos estar preparados para nuevos capítulos de esta serie escrita, tal vez, por el mismo guionista de Resacón en Las Vegas.

Pero no seamos mal pensados. No pensemos que lo de Murcia ha sido un apaño con mal final entre socialistas y naranjas para dejar fuera de juego a los podemitas, ni que la convocatoria electoral de Ayuso en plena pandemia se debe a su temor a perder tan goloso poder central, ni que el radical giro murciano haya venido precedido por un mercadeo indecente, y ni siquiera que la sublime decisión de Iglesias sea un rasgo de su ego siempre mal dimensionado. No tengamos la malicia, no hombre no, de imaginar que todos estos juegos de chisteras tengan más finalidad que el bien común de todos los españoles, da igual que sean madrileños o murcianos.

Y si alguno de ustedes es tan mal pensado (y por lo tanto, quizá tan acertado) aun así no se desanime. No se deje vencer por la aparente evidencia del "todos son iguales, ya no le voto a ninguno, a partir de ahora me quedo en mi casa los días de votación". Ante la normal tentación de dejar para siempre la política, yo propondría que no se la dejáramos sólo a ellos. El dicho de que la guerra es un asunto muy serio como para confiarla en las manos únicas de los militares, tiene su aplicación también en el país y los políticos.

Al contrario, contra la práctica últimamente de moda de los despachos oscuros y las llamadas secretas, convendría contraponer la de la participación directa de la ciudadanía, en las múltiples formas que permite la democracia, a plena luz del día, y si hace falta con taquígrafos, premiando a los buenos (ay, qué difícil) y reprendiendo a los malos, los corruptos, los excluyentes y los fanáticos. En fin, votando

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