María José Guzmán

Renovación y otras batallas

Puntadas con hilo

En el Ayuntamiento todos buscan su casilla en una partida que sólo importa a unos pocos

11 de mayo 2021 - 01:46

Estos días de campañas políticas hay palabras que amenazan con desvirtuarse convertidas en mantras y una de ellas es renovación. Juan Espadas, el alcalde de Sevilla que disputa el liderazgo de su partido a Susana Díaz, promueve el cambio para poner fin a otro cambio que desalojó después de 30 años a los socialistas del Gobierno de la Junta. Y la ex presidenta levanta la misma bandera para renovar el partido sin haber dejado de ser, salvo por las imposiciones a las que obligará más adelante el proceso, la secretaria general de los socialistas andaluces.

A los que interesa poco la política esto no deja de ser una cuita orgánica de un partido en horas bajas que aburre, es lo peor, incluso dentro. Porque una de las principales tareas es movilizar a la militancia desmotivada y dividida. Espadas asume un mes de órdago para vender un proyecto de unidad que acabe con esas guerras fratricidas. Y, aunque todos reclamen una campaña sin acritud ni insultos, pase lo que pase, parece inevitable que el PSOE no salga tocado ante la opinión pública de este proceso interno. Hay mucho rencor y en la batalla, al margen del estilo, se van a ajustar cuentas. Eso es lo peor que le puede pasar a un partido. Sobre todo si se produce un adelanto electoral y la cita con las urnas es el próximo otoño. Y es una opción.

Espadas tiene por delante un cometido muy complicado. Es cierto que en política también suceden cataclismos de vez en cuando. Pero, gane quien gane las primarias, la Junta de Andalucía es una meta poco alcanzable para la izquierda hoy. El alcalde ha iniciado su carrera con dirección a San Telmo asumiendo como algo personal la responsabilidad de evitar que el PP se apuntale 20 años en Andalucía. Y convencido de que puede hacerlo. Eso es algo muy suyo. Pero necesita muchos apoyos que aún no tiene. Y, a la madrileña, Susana Díaz pide a los militantes que voten en libertad y con autonomía en un alarde de victimismo que, quién sabe, puede tener su efecto. En el lado de Espadas todos saben que no se deben minusvalorar las capacidades de la secretaria general y que, pese a las buenas vibraciones que el alcalde percibe, esto no deja de ser un juego en el mejor de los sentidos. Una de las reglas es derrochar entusiasmo, aunque en algún momento pueda ser fingido. El mayor reto es contagiar de ilusión a los casi 45.000 militantes socialistas. Y luego al resto de los votantes.

Mientras dura la partida, la vida sigue y en el Ayuntamiento de Sevilla hay cada vez más ruido. La pandemia no ha terminado y queda muchas crisis por remontar, pero en la Corporación todos, con más o menos descaro, buscan una casilla de salida y van pensando sus estrategias cuando todavía queda medio mandato y la política amenaza con contaminar toda la gestión.

La ciudad agradecería un punto de sensatez en medio de este escenario para que el gobierno, y también la oposición, se centraran sólo en los problemas de los sevillanos y en renovar Sevilla, más allá de ilusiones y otras batallas que importan a muy pocos realmente.

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